¿Fue la victoria de la oposición en San Lázaro, el domingo pasado, el impulso que necesitaba para resucitar en las encuestas?

Puede ser que la votación del domingo pasado reapresente la resurrección de la oposición, tan maltratada desde 2018 y urgida de pequeños triunfos de donde asirse.

El hecho de haberse mantenido unificada pese a los embates de Morena y del Gobierno mismo ya puede contarse como un éxito para los dirigentes del PAN, PRI, PRD y tangencialmente del Movimiento Ciudadano.

Pero la forma en la que esta victoria sea administrada en las semanas siguientes determinará si fue pírrica (perdieron más de lo que ganaron) o fue una inyección de vitaminas para despertar.

Porque más allá del logro de haber frenado una iniciativa presidencial, la oposición sigue sin ofrecer un proyecto alternativo propio, que contraste con la administración actual.

Lo que hay, y de sobra, son datos y cifras del pobre desempeño de nuestras instituciones de seguridad, de la economía, del sector salud, de la generación de empleos bien remunerados.

Datos que la oposición maneja a diario pero que hasta el domingo pasado no le habían servido para la construcción de una oferta política sólida y atractiva que pueda catalizar la decepción de millones de votantes con el sistema actual.

En 2018, López Obrador supo capitalizar el hartazgo de la sociedad con un Gobierno sumido en actos de corrupción; esa labor de capitalización comenzó mucho antes y tuvo su cenit en las elecciones presidenciales.

Si el PRI, el PAN y el PRD han detectado igualmente una decepción generalizada por la forma de gobernar de Morena, ya era tiempo de que pudieran capitalizar para su causa el desencanto ciudadano.

Y mire que material no les hace falta.

De lo que carecen es de una figura tan determinante como lo fue en su momento López Obrador que pueda representar la nueva oferta política.

La elección presidencial está a la vuelta de la esquina; la oposición sabe que la única forma de arrebatarle a Morena y a López Obrador el poder es compitiendo como coalición.

Sin embargo, no se ve a los precandidatos presidenciales de los tres partidos asumir el liderazgo que buena parte de la sociedad en contra de la forma de gobernar de Morena está pidiendo a gritos.

Si los partidos no lo hacen, que dejen paso a la sociedad civil.

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La ausencia de la oposición ayer durante la “discusión’’ -ajá- de las reformas a la Ley Minera para asegurar la propiedad del litio al Estado mexicano, será el antecedente de una parálisis legislativa.

A menos que, ahora sí el secretario de Gobernación, Adán Augusto López deje de ser tan parcial -algunos dicen que eso es imposible, pero sí puede hacerle la lucha- y decida negociar con “las minorías’’.

Por ejemplo, ¿sabe usted cuántas veces se ha reunido el presidente López Obrador con los líderes parlamentarios de la oposición desde que asumió el poder?

Ninguna; cero.

Lo mismo el supuesto mediador, el secretario de Gobernación.

Por eso Ricardo Monreal tiene toda la razón al asegurar que la única opción para evitar la parálisis legislativa será la negociación con los partidos opositores.

Si Morena y el Presidente siguen mirando a sus adversarios políticos con el lente de 2018, se llevarán una sorpresa en las elecciones por venir.

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Ayer fue tendencia un tuit que decía más o menos así: si piensas que estás teniendo un mal día, imagínate cómo la está pasando Mario Delgado.

Seguramente mal, muy mal, tan mal que hasta el propio John Ackerman lo responsabilizó de la derrota legislativa de Morena.

Le faltaron Ignacio Mier y Sergio Gutiérrez.

LEG