Madeleine Albright, la primera mujer secretaria de Estado en la historia de Estados Unidos, quien murió el pasado miércoles a los 84 años víctima de cáncer, publicó un artículo a finales de 2021 en la revista Foreign Affairs, donde aborda de manera integral el pulso entre el declive y el resurgimiento de la democracia, uno de sus últimos recuerdos en vida. Estas líneas honran su legado y sus reflexiones.

Estados Unidos atraviesa por un momento álgido. Al interior, las divisiones en el seno del Partido Demócrata han frenado la agenda de Biden y mermado las posibilidades de triunfo en las elecciones intermedias de este año; mientras tanto, de cara al exterior, se observa una escalada de tensiones geopolíticas y comerciales con otras potencias. Sumado a lo anterior, la expansión del autoritarismo a lo largo y ancho del orbe ha puesto en entredicho la viabilidad del ideal democrático.

De acuerdo con Albright, éste no supone una causa perdida, aún hay margen para su reaparición. Pese a que los sistemas autoritarios se han fortalecido, hoy los ciudadanos reclaman gobiernos eficaces y garantes de libertades. Muchos de los países cuyas democracias se han debilitado recientemente, estuvieron sometidos a un régimen autoritario hasta hace tres décadas.

Ahora bien, ¿en qué coyuntura se insertó el declive democrático? Madeleine destaca una serie de eventos, tales como: el aumento del terrorismo, el colapso financiero de 2008, la guerra civil en Siria, una crisis mundial de refugiados y una catástrofe en materia de salud pública. Ésto ha coincidido con el surgimiento de la oleada autoritaria en distintas naciones; sin embargo, la exsecretaria de Estado sostiene que Rusia y China no han sido capaces de estructurar una alternativa convincente en contraposición a la democracia liberal.

Así pues, el regreso de la democracia es plausible más se enfrentará a múltiples resistencias. Si bien la ciudadanía cuestiona con mayor rigor a sus representantes, al tiempo que siente atracción por aquellas voces que desafían el status quo, ésto ha alimentado otro fenómeno: la demagogia. Albright señala que conforme se remuevan del poder a líderes autoritarios, podría darse un efecto dominó hacia una transición democrática, como ocurrió con el movimiento “Solidaridad” en Polonia.

Por su parte, Biden tiene un enorme desafío en puerta: emplear a su favor el buen arranque que tuvo al inicio de su mandato. Madeleine sugiere que una forma pertinente de comenzar sería distinguiendo las operaciones militares estadounidenses de su respaldo a los principios democráticos; asimismo, la administración Biden debería reconocer que aun cuando la democracia de Estados Unidos es la más antigua del mundo, todavía restan muchos aspectos por reforzar.

Un Gobierno abierto cimentado en instituciones libres es un elemento crucial para motivar el progreso democrático. “La democracia es frágil, pero también es resistente”, concluye Albright.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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