Juan Carlos Barrón Pastor

Infodemia es un neologismo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió como “una sobreabundancia de información, a veces correcta y a veces no, que dificulta a la gente encontrar fuentes y guías confiables cuando son requeridas”. Junto con la pandemia del Covid-19 se están acelerando las tendencias infodémicas a escala planetaria, afectando no sólo la representación mediática de múltiples temas, sino también las ideologías políticas, las identidades y, por lo tanto, la manera en la que cada persona hace sentido y subjetiva lo que está pasando en su mundo, cada vez más singular y, paradójicamente, cada vez más híperconectado… pero más aislado, al mismo tiempo.

Lo que hemos explicado en un texto de próxima publicación en el CISAN-UNAM es que la infodemia se compone de un agente patógeno que, análogamente a un virus, es “sólo” información, y se “viraliza” infectando de manera diferenciada a las distintas colectividades que conforman la sociedad.

La hipótesis de trabajo es que la peligrosidad del agente patógeno se puede ubicar a través de un análisis cuatridimensional que incluye la transparencia de los actores que la producen, la verificabilidad de la información que impregna en los individuos y grupos sociales, su capacidad para replicarse, y la duración de su exposición.

Asimismo, se estudian los síntomas comunicacionales, psicológicos e ideológicos que el agente patógeno ocasiona en cada persona o grupo social. Se explica también que, muy posiblemente, la infodemia se promueve porque podría ser un factor clave para la expansión del ciberespacio, las comunicaciones no presenciales y el fortalecimiento del capitalismo digital y de vigilancia, por lo que se puede inferir que la producción del espacio que percibimos como entorno inmediato en nuestras interacciones dentro del Internet, y la infraestructura física que las producen son un nuevo terreno que mientras se va construyendo, se está disputando geopolíticamente.

La infodemia, alimentada por una amplia gama de actores e intereses corporativos, políticos y militares con fines similares a la propaganda, va reforzando ciertas ideas y, por afinidad o proximidad, va robusteciendo identidades políticas que parecen sentirse como membresías, con su correspondiente repulsión por estereotipos que imponemos a prácticamente todos los demás, nutriendo el odio y la división social. En Estados Unidos, este fenómeno parece estar propiciando que diversos grupos se convenzan de que son los demás los que se están dejando influir por las noticias falsas y no ellos. El encono y la falta de diálogo entre estas burbujas sociales ya los tuvo al borde de una crisis sin precedentes durante el pasado proceso electoral. Este 2022 la infodemia podría volver a poner una dura prueba a la democracia estadounidense.

jbarronp@unam.mx