Foto: Especial A diferencia de la primera vez que tuve que acudir a realizarme una prueba, hoy no tengo temor, pues llevo dos dosis de vacuna aplicadas contra el virus, comentó  

Son las 5:00 horas y la alarma suena en el despertador… De todas formas no importa mucho, entre la tos, el escurrimiento nasal y las nauseas, solo he podido dormir por ratos. Aunque quisiera continuar en la cama, mi deber es realizarme una prueba Covid-19.

Pero con los síntomas que tengo, es como ir a una corrida de toros, ya sabes cuál es el resultado de antemano.

Al principio pensé que era un catarro común, una alergia invernal sin mayor consecuencia, pues no tiene ni cuatro meses que padecí coronavirus y, en mi sentir, es muy pronto para haber caído de nuevo.

Pero la vida de reportero, sobre todo en una sección como CDMX, conlleva continuos viajes por el Metro y largas caminatas por las calles de la ciudad, donde en los tiempos que corren la posibilidad de contagio está siempre presente.

Salgo de casa con una chamarra bastante abrigada y, en esta ocasión, abultada en los bolsillos debido al papel de baño que cargo para limpiar mi nariz, que aunque parece mucho papel, al final será insuficiente.

A las 6:00 horas ya estoy fuera del Centro de Salud T-II Valle Madero y, afortunadamente, obtengo una de las primeras fichas para el test; y es que en los centros de salud el Gobierno local informó que triplicaría el número de pruebas, mientras que en las plazas comerciales las fichas son limitadas.

Llegan las 7:00 horas y el personal comienza a repartir fichas, hasta llegar al centenar, para comenzar con las pruebas… A las 9:00 horas.

“Les vamos a entregar sus fichas, pueden ir a desayunar o volver a sus casas para que no tengan frío, a las nueve empezamos con la pruebas, entonces se forman conforme al número de ficha”, dicen a la gente.

Agradezco el aviso, más que nada porque necesito más papel y regreso al centro de salud al cuarto para las nueve, para ser de las primeras 20 personas en pasar.

A diferencia de la primera vez que tuve que acudir a realizarme una prueba, hoy no tengo temor, pues llevo dos dosis de vacuna aplicadas contra el virus… Y de algo han de servir, digo yo.

A los pocos minutos, el doctor grita mi nombre:
“¡Armando…!”.
Levanto la mano.
“Usted salió positivo a la prueba, tiene que ir al doctor para que se atienda y evite complicaciones”.

De 20 personas que hicimos la prueba a la vez, 13 salieron positivos a Covid-19.

Vuelvo a casa y me apresuro a informar a mis jefes y me siento a escribir esta crónica, con el ánimo de advertir a mis conciudadanos que no bajen la guardia, que el bicho sigue, que la batalla no ha concluido.

Una vez cumplido mi deber cívico, laboral y periodístico, lo único que quiero es volver a la cama.

LEG