López Obrador mandó a la Cámara de Diputados una iniciativa de Reforma Energética
que parte de una visión sesentera y antiecologista. Al menos tres puntos son gravísimos.

Primero, desincentiva brutalmente la generación eléctrica renovable por parte de los privados—por ejemplo, dar luz a tu casa o negocio con paneles solares—, ya que, como explica el director editorial de El Financiero, Enrique Quintana (véase: https://bit.ly/3uDP133), esta implica “una expropiación implícita de activos que podrían ir desde los paneles solares en una vivienda hasta las centrales generadoras (privadas) enlas que se invirtieron cientos de millones de dólares”.

Segundo, el proyecto desaparece la Comisión Reguladora de Energía (CRE) y la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), lo que implicaría que el Gobierno sería “juez y parte” a la hora de regular el sector—esto ahuyentará la inversión, ya que nadie invierte donde uno de los competidores diseña las reglas y, además, vigila su cumplimiento—.

Y tercero, la extracción del litio, crucial para la creación de baterías celulares, pasa a ser facultad exclusiva del Estado, lo que implicaría expandir la burocracia y desperdiciar miles de
millones en extracción, en lugar de ahorrar pagándole a terceros por hacerlo—esto sería
posible sin siquiera darle la propiedad del litio a las empresas involucradas—.

El primer punto, más que cualquier otro, implica un verdadero reto ideológico y
comunicacional para el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). Probablemente, López Obrador espera que sus aliados del PVEM apoyen su reforma que, de facto, nos regresa a los años 60. Sin embargo, votar en contra de las energías renovables y en favor del combustóleo y el carbón—dos detonadores del calentamiento global y del cambio climático—, sería absolutamente contradictorio e injustificable en términos narrativos.

En su Declaración de Principios, el PVEM dice ser “una organización ecologista interesada fundamentalmente en el cuidado y conservación de la naturaleza y del medio ambiente”, y sostiene que “este patrimonio representa la verdadera riqueza de una nación, por lo que debemos cuidarlo prioritariamente”. En los hechos, al PVEM no le interesa la ecología, pero esta sí representa la principal justificación de su existencia en el sistema de partidos.

En este sentido, la pregunta central es: ¿se atreverá el PVEM a votar a favor de esta aberración legal? Por un lado, el Gobierno abiertamente desprecia las energías renovables, y ello se refleja en su abandono del sector. Aunado a las políticas pro-carbón y pro- petróleo del obradorismo, según el Renewable Energy Country Attractiveness Index, que mide distintas variables favorables para el sector de las renovables en 40 países, México se ubicó en el lugar 33 en 2021, mientras que cinco años antes (2016) llegó a ocupar el lugar 6.

Aún sabiendo esto, el PVEM mantiene su alianza con MORENA. Si los Verdes eventualmente votan a favor, sólo será una prueba más de que son una farsa, y que, por ende, deben permanecer aliados con el presidente. Si votan en contra, podrían usar esa postura para transformar su falso ecologismo en algo programáticamente real y capitalizable en términos electorales. Y si votan divididos, será muestra de que en el partido existen legisladores con criterio y patriotismo, que deben abandonar el PVEM cuanto antes.

@AlonsoTamez