Derivado de los recientes enfrentamientos en la región de Tierra Caliente, Michoacán, la tensión prevalece en todo momento. Desde El Aguaje, los habitantes clavan las miradas por desafiar, amedrentar, atemorizar o hasta amenazar; no se sabe.

Los estragos del narco son evidentes: casas abandonadas, pueblos fantasmas, fachadas con huellas de enfrentamientos. Es el Chernóbil mexicano. Raro es cuando no hay enfrentamientos. No solo las casas y las propiedades han sido afectadas por las balaceras de todos los días, también personas inocentes han salido heridas.

Las casas agujeradas con balas de posibles armas largas o de uso exclusivo del Ejército son evidentes.

Los Viagra, este cártel local tiene su influencia en Pinzándaro, pero la división se hace presente hasta en postes de luz donde el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) reclamó su asentamiento: Aguililla.

Entre El Aguaje y El Terrero se divide el control territorial de ambos grupos delincuenciales. Aguililla clama por un respeto al Estado de derecho. Es la principal demanda de los habitantes para regresar la seguridad a la localidad. No dudan en que la inversión, la producción, el progreso volverá para crear más fuentes de trabajo; tiene fe.

Este municipio también es Michoacán y los habitantes quieren retomar posesión de una parte que en su momento fue esplendorosa por sus tierras. Procuran que el territorio siga siendo suyo dentro de lo posible, con libre tránsito y seguridad. Pero los gobiernos han cedido en hacer presente el Estado de derecho.

La situación es triste. Ni a la plaza del pueblo pueden salir sin sentir miedo. Algunos ya ni recuerdan cuando empezó la violencia e inseguridad que los azota a causa de los enfrentamientos entre cárteles antagónicos. En Aguililla, al igual que en otros lugares del país, ya no creen en los políticos.

Entre miedo y fe

La situación “va de peor en peor”, dice una señora michoacana que ha vivido toda su vida con su madre, siendo testigos de la incertidumbre por la situación en la región de Tierra Caliente.

Inseguridad, es lo que se puede ver día a día. “Sales, a ver si puedes salir a trabajar”, dice en entrevista otro comerciante de la localidad.

La gente de Aguililla vive asustada todos los días. Pero no está en sus planes el éxodo, sus familias, por generaciones, han crecido en esas tierras. Todavía guardan fe, pero no en los políticos. Aunque su ideal es que se pueda cambiar la situación.

De la mano de la inseguridad, llega la pobreza. La gente de Aguililla también está siendo desplazada como ya ha pasado en otros poblados carreteros de esa región. “Aquí queremos seguir, no nos queremos ir”, expresa con franqueza el lugareño.

 

LEG