Carolina del Ángel Cruz

Consejera Electoral

La participación de las mujeres en la política es trascendental para alcanzar los propósitos de la democracia representativa que distingue a nuestro país, es por ello que pensar la política sin nosotras es imposible.

Que las mexicanas accediéramos al voto en 1953 fue por demás complejo, implicó romper con muchos prejuicios machistas del grupo en el poder, de las familias y en las instituciones. Le siguieron los esfuerzos de legisladoras y feministas dispuestas a dar la lucha por sus derechos humanos, civiles y políticos que se fueron materializando en leyes como la de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Edificar el andamiaje que protege y garantiza los derechos político-electorales de las mujeres no ha resultado sencillo, sin embargo, paulatinamente hemos avanzado en ese sentido. Baste recordar las reformas electorales de 2014 y 2019 en materia de Paridad, de 2020 en materia de violencia política contra las mujeres en razón de género, las sentencias de los órganos jurisdiccionales que en la materia se han emitido y diversos Protocolos de Atención a la Violencia de Género.

Si bien hemos dado pasos en el sentido correcto, también es cierto que la realidad que atrapamos en el marco normativo como violencia política contra las mujeres en razón de género, es superada en la vida cotidiana.

El sistema patriarcal osa pervivir, y para ello encuentra nuevos aliados, nuevos mecanismos y expresiones que hacen de lado a las mujeres con experiencia, trayectoria y convicción propia. Poniéndoles delante a personas que significan mayor rentabilidad política.

Más aún, se sobrepone a las sentencias que dictan los tribunales y encuentran las maneras para darle la vuelta a la ley.

Hoy tenemos otros instrumentos que pareciera que le intimidan: el Registro nacional de personas sancionadas en materia de Violencia Política contra las Mujeres en Razón de Género, y la llamada 3 de 3 contra la violencia; sin embargo, aún son limitados y requieren de otras medidas, que el legislador no tuvo oportunidad de considerar para este proceso electoral.

Basta con darle una mirada a las redes sociales, las que se han convertido en tierra fértil para la generación de contenidos que violentan nuestra dignidad y derechos humanos de manera constante. ¿Cuántas de nosotras hemos recibido violencia simbólica o política por razón de género en medios digitales al dar nuestra opinión, compartir una postura u oponernos a una injusticia?

En la Ciudad de México tenemos el reto de una elección que involucra elegir a la diputación migrante, 16 alcaldesas y alcaldes con sus respectivas concejalías, y diputados y diputadas al Congreso Local.

¿Cómo hacer entonces para que las mujeres puedan ser parte activa del proceso electoral?

Debemos insistir en el empoderamiento de las mujeres para que ellas se conciban como actoras fundamentales de la política, y con ello venzan todas las limitaciones, prejuicios y estereotipos que se han creado desde lo cultural en torno a sus candidaturas.

Impongámonos una cultura de la denuncia y construyamos redes de apoyo entre mujeres.

Continuemos con la generación de espacios de aprendizaje para la capacitación constante, que coadyuven a comprender la importancia de la perspectiva de género al momento de representar los intereses del electorado.

Hagamos uso del debate de ideas entre candidatas y candidatos en igualdad de condiciones, para que transmitan y contrasten sus proyectos e iniciativas.

¡Por qué la política no puede ser entendida sin nosotras, continuemos avanzando desde la sororidad y la igualdad humana!

                                                                                                                                @del_angel_caro