Esta semana, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó su Segundo Informe de Gobierno, un ejercicio de rendición de cuentas en el que se reitera el carácter republicano del actual proyecto de nación. El informe fue distinto, tanto en la forma como en el fondo, de los que fueron rendidos en las administraciones pasadas. 

 

En la forma, se distinguió por ser un evento austero, sin las grandes producciones de las cuales se abusaba en el pasado. Y si bien la pandemia tuvo que ver con la discreción con la cual fue llevado a cabo, también hay otros elementos que vale la pena poner de relieve.

 

La ausencia de parafernalia, la inexistencia del famoso besamanos y la falta de interrupciones por aplausos de adulación demuestran lo que el jefe del Estado mexicano ha repetido incansablemente: el tiempo del presidencialismo se ha terminado. Ahora México cuenta con un líder moral que, lejos de buscar la aprobación de quienes lo rodean, se ha enfocado en conformar un equipo comprometido con la transformación del país. 

 

Además, el informe fue distinto en el fondo, porque se dio en medio de la peor crisis mundial de los últimos cien años. Por ello, gran parte de lo que se reportó se enfocó en explicar cómo se ha combatido en México la pandemia ocasionada por la Covid-19. 

 

La pandemia ha desnudado la pobreza y la carencia de los sistemas de seguridad social y de salud en el mundo. Buena parte de los países han aceptado que es necesario transitar a esquemas de bienestar más robustos, que impidan que se repita una crisis de esta magnitud. Paradójicamente, la mayoría de los gobiernos, incluso al enfrentar esta dura realidad, han seguido transitando hacia la tentadora receta del endeudamiento. México ha sido una de las excepciones.

 

La pandemia no frenó la transformación de la vida pública del país, sino que comprobó el compromiso que tiene el Gobierno de México con la creación de un Estado de bienestar funcional. De manera heterodoxa, la actual administración no implementó un rescate a las grandes empresas basado en la adquisición de deuda; más bien optó por utilizar la plataforma de los programas sociales para apoyar a la población más vulnerable: de abajo hacia arriba; desde el territorio y no desde el escritorio. Hoy, siete de cada diez familias son beneficiadas por la aplicación de la política social.

 

Ningún gobierno de ningún país estaba preparado para una situación tan compleja y dolorosa como la que generó la aparición del nuevo coronavirus. Sin embargo, como expresó el presidente López Obrador, México tiene el mejor gobierno en el peor de los tiempos. En nuestro territorio se ha conservado la paz social que otras administraciones hubieran sido incapaces de resguardar, de haber enfrentado una crisis de magnitud semejante; además, se han protegido los derechos de millones de personas, que en tiempos pasados fueron ignorados, y se ha seguido avanzando hacia la construcción de una nación en donde la adversidad encuentre mayor resistencia.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA