A tientas, en algunas zonas del país iniciará el intento de reactivar algunos sectores de la economía.

La responsabilidad será de los gobernadores debido a que el Gobierno federal decidió, en una decisión tomada como “lavado de manos’’, dejar al arbitrio de los mandatarios estatales cuándo reiniciar las actividades productivas y bajo qué condiciones.

Y si bien hace una semana había cierto optimismo gracias a la información gubernamental que hablaba de “haber aplanado la curva’’, las cifras de la última semana nos devolvieron a la realidad.

Salvo excepciones, en la mayoría de los estados del país está el famoso semáforo se encuentra entre el rojo y el anaranjado, es decir, sin posibilidad de reiniciar, sin riesgo, las actividades productivas.

Cierto es que hay algunos estados en verde, que quiere decir que tienen el menor número de contagios y muertos, como Zacatecas, Campeche o Yucatán, pero en ellos no se encuentran instaladas las armadoras, ni las maquiladoras, ni las empresas que se dedican a la fabricación de partes para la industria aeronáutica.

Las entidades marcadas en verde generalmente sobreviven de su turismo; pero como no hay fecha para que se normalicen las actividades de las industrias aérea y de transporte de pasajeros, tampoco tendrán beneficios si adelantan la reactivación de sus sectores económicos.

En el Valle de México ni se diga; aquí se encuentra el epicentro de la pandemia, el mayor número de contagios y de víctimas mortales.

No se prevé, por lo tanto, que los números conquisten el parecer de Claudia Sheinbaum como para permitir que se abran algunas actividades no esenciales.

De la normalización de clases ni hablar.

Ya lo dijo claramente el secretario de Educación, Esteban Moctezuma, que los alumnos volverán a las aulas hasta que no haya peligro, lo cual todavía puede llevar varios meses.

Hoy pues comienza el experimento.

Los gobernadores tomarán la decisión de permitir la apertura de aquellas actividades que se consideran esenciales tomando en cuenta la numeralia del Gobierno federal.

Más vale que sea cierta, porque si comienza una relajación de las medidas preventivas, la segunda oleada de contagios será el verdadero apocalipsis.

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La cancelación de la inversión privada en la generación de energías limpias traerá al Gobierno una serie de litigios indeseables, sobre todo en estos tiempos.

Lo más grave del asunto, es que se ha perdido totalmente la confianza de los inversionistas -al menos en el sector energético- en el llamado “estado de derecho’’.

¿Cómo pues se puede confiar el valor de una inversión en un país en el que las autoridades deciden en función de su interés ideológico y no en el del país?

A menos que el presidente López Obrador tenga en la cartera el dinero suficiente para indemnizar a los inversionistas que había apostado por el país, no se ve cómo esta la gane la 4T.

Primero fue la cancelación del aeropuerto en Texcoco, luego la cancelación de la planta cervecera en Mexicali y ahora la cancelación de la inversión privada en la generación de energías limpias.

Sin contar la cancelación de las rondas petroleras -Pemex y el país están pagando el costo de esa decisión- y la renegociación de los gasoductos el año pasado, parece qu

LEGe México tiene prisa por correr a todos aquellos que pueden invertir para progresar.

Y eso si va contra los pobres.

¿De verdad en el Gobierno de la 4T no se han dado cuenta?