Martha Hilda González Calderón

Si era difícil la situación que atravesaban las trabajadoras del hogar en México, la irrupción del Covid-19 y el dramático cambio en nuestros modos de vida, las ha puesto en una situación en extremo, vulnerable.

Muchos trabajadores del hogar, particularmente mujeres, tienen la necesidad de salir a trabajar a una casa ajena y depender de los altibajos económicos que el empleador esté atravesando, para la subsistencia de su fuente de trabajo. En otros casos, seguir trabajando sin las condiciones de seguridad elementales o estando en el grupo de personas vulnerables, en razón de su rango de edad o su estado de salud; pudiendo infectarse y ser potencialmente factor de contagio para los miembros de su familia, hacen que las trabajadoras del hogar estén en el centro de una problemática que requiere de nuestra atención y respaldo.

Este artículo pretende resaltar una situación inequitativa y mencionar algunos de los contrastes entre trabajadoras del hogar y sus empleadores y las alternativas de apoyo laboral frente a la pandemia.

Desafortunadamente, el grupo de las trabajadoras del hogar es uno de los menos visibles y más vulnerables en el marco del Covid-19. Se estima que en México son más de 2.2 millones de trabajadores que realizan distintos trabajos domésticos. En el mundo se registran alrededor de 67 millones de trabajadores del hogar, de los cuales, 18 millones se localizan en América Latina y el Caribe. Brasil es el país donde se ubica el mayor número de trabajadores con más de siete millones, seguido por México.

En nuestro país, a pesar de que representa 4.05% de la población económicamente activa, (PEA), solamente se registró 3% de trabajadores del hogar en la formalidad; lo que afecta sus elementales derechos laborales y su seguridad social. Hay una construcción cultural que habría que erradicar, en donde se considera que estas trabajadoras no realizan un “real trabajo” y eso las vuelve invisibles, violando sus derechos laborales.

De acuerdo a los últimos censos, se registra un importante incremento de trabajadores del hogar en la modalidad de entrada por salida, (91.3%), en comparación de aquellos trabajadores que laboran de planta.

El contraste del perfil de los trabajadores del hogar con relación a sus empleadores es determinante para entender la disparidad y vulnerabilidad de aquellas, en relación con éstos. Contrastes como que los trabajadores domésticos son casi en su totalidad mujeres, (95%); mientras que sus empleadores son hombres en69.1%. Las trabajadoras en un importante porcentaje (60%), pudieron completar su educación básica; por lo que toca a sus empleadores, se evidencia que cuentan con estudios universitarios en un gran porcentaje.

Finalmente, la gran mayoría de estas trabajadoras, son jefas de hogares monoparentales; sus empleadores encabezan hogares nucleares, en una importante proporción y la tercera parte, tienen hijos, (32.7%).

Los datos que arroja la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo no podrían ser más dispares: 98.3% de las trabajadoras no cuentan con acceso a servicios de salud; sus empleadores tienen acceso a estos servicios en 48.6%. Las trabajadoras del hogar, en 99.2%, no cuentan con un contrato que especifique sus condiciones generales de trabajo; sus empleadores en un 82.3% tienen un empleo formal.

Otros datos que arroja la misma encuesta señalan que en su gran mayoría las trabajadoras domésticas ganan menos de dos salarios mínimos. El 50.7% de las trabajadoras sufren pobreza moderada a extrema y 12.6% de ellas, integran familias con una importante vulnerabilidad alimentaria, (ENOE, 2018).

El trabajo doméstico remunerado se concentra en ciudades con una población mayor a los cien mil habitantes, (74.6%). Son cinco entidades federativas quienes acaparan la mano de obra en su conjunto: Ciudad de México, (18.4%); Estado de México, (10.5%); Jalisco, (7.5%); Nuevo León, (6%); Puebla, 4.7%. El Estado de México fue reportado como el lugar de residencia del mayor número de trabajadoras del hogar.

Muchas de ellas no cumplen con las condiciones que establece la OIT para trabajo decente, entendido éste como el trabajo productivo que se realiza en condiciones de libertad, de equidad, de seguridad y dignidad humana para lograr la erradicación del hambre y la pobreza. Y ahora su situación se agrava con el impacto de la pandemia y a partir de la declaratoria de emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor, que obligó a millones de familias a recluirse en sus casas y a las empresas que no fueron consideradas como esenciales, se vieron en la necesidad de mandar a sus empleados a trabajar a sus casas o negociar el porcentaje salarial que pueden pagarles, mientras dure la pandemia.

La situación de las trabajadoras del hogar, el eslabón más vulnerable, ha empeorado la precariedad de su situación laboral y las ha colocado en una situación aún más comprometida.

Las trabajadoras del hogar tienen la necesidad de salir, cada día, a ganarse el sustento. Muchas de ellas han sufrido las consecuencias de los cierres de empresa porque han sido despedidas injustificadamente por sus empleadores, al reducirse los ingresos en las casas para las que trabajaban.

Algunas otras, que han conservado el trabajo, han debido soportar mayores cargas, en razón de la permanencia por mayor tiempo de los miembros de la familia para la cual trabajan. La OIT alerta sobre la vulnerabilidad de las trabajadoras del hogar a ser contagiadas y carecer de un acceso adecuado a instituciones de protección social y laboral.

Los esfuerzos que se realizaron para visibilizarlas e inscribirlas ante el IMSS, a través de programas pilotos en diversas entidades federativas, se quedaron inconclusos y rebasados ante el impacto de la pandemia.

En estos tiempos de contingencia sanitaria, los empleadores de trabajadoras del hogar debieran seguir el ejemplo de los sectores productivos que han redefinido sus procesos y condiciones generales de trabajo, propiciando proteger a las trabajadoras del hogar.

Las autoridades laborales estamos obligadas a concientizar a la población en general, sobre su derecho a la información relativa a las medidas de prevención del COVID19 y particularmente, difundir a patrones y empleadas del hogar, que aquellas mayores de 60 años o que padezcan enfermedades que las vuelvan vulnerables ante un posible contagio, no deben seguir acudiendo a trabajar, teniendo el derecho de quedarse en su casa y recibir el sueldo que en condiciones normales, reciben. Si esto no fuera posible por la difícil situación económica que atraviesan muchas familias, se deberá convenir el porcentaje que se le va a poder pagar. La Procuraduría de la Defensa del Trabajo brinda servicio de orientación a las y los trabajadores del hogar en relación con sus derechos laborales y las Juntas Locales de Conciliación y Arbitraje, facilitan los convenios entre patrones y trabajadores del hogar.

En el caso de empleadas del hogar que estén acudiendo a laborar, éstas deberán recibir los implementos necesarios, (cubre bocas, gel antibacterial, guantes, etc.), que les permitan realizar sus actividades con la protección requerida en esta situación.

Para aquellas empleadas del hogar que sean despedidas injustificadamente, la Procuraduría de la Defensa del Trabajo y las Juntas Locales de Conciliación y Arbitraje, brindan servicio para asesorar, mediar, conciliar y determinar las prestaciones a las que las trabajadoras tienen derecho.

Proteger a las trabajadoras del hogar es una obligación de las autoridades laborales que debemos velar por el respeto de sus derechos, no importando su categoría; así como concientizar a sus empleadores a respetar los derechos de cualquier trabajador, empezando por los de su casa. Todavía en materia de protección de los derechos de las trabajadoras del hogar, hay mucho camino por recorrer.