Lo peor que le puede pasar al país -y mire que ya le han pasado muchas cosas-, es que nos caiga la maldición del coronavirus.

Con el desabasto de medicamentos existente y la incertidumbre de un Insabi que no acaba de cocinarse, que una pandemia como esa llegue a nuestro país puede alcanzar niveles de tragedia.

Ayer los funcionarios de las Secretarías de Salud y Gobernación tuvieron una reunión extraordinaria luego de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretara una alerta internacional por la propagación del virus.

Al termino de la reunión, los titulares de las dependencias aseguraron que se están tomando las medidas de prevención necesarias para que cuando el virus aterrice en México no haya complicaciones.

Hay que guardar esta declaración, por si se requiere usar en los próximos meses.

El asunto no tiene que ver con la mortalidad del virus, que se trata como una neumonía grave y es curable, sino con el peligro de que el contagio se masifique de tal manera que los institutos de salud y los medicamentos sean insuficientes para atender la eventual emergencia.

Eso está pasando en China y eso es lo que se busca evitar en los países occidentales.

Cierto es que estamos a años luz de tener un servicio de salud pública como Dinamarca o Canadá, por lo que los riesgos para los mexicanos, primero los pobres, es exponencial comparado contra el riesgo de ciudadanos de otros países.

Cuando en el 2009 el país enfrentó la crisis derivada del virus de la influenza H1N1, el Gobierno tuvo una reacción que, aunque le fue criticada por “excesiva’’, evitó quizá miles de muertes.

Lo que conocemos ahora del estado de los servicios médicos públicos nos debe alarmar; en el 2009 no había crisis de desabasto y el Seguro Popular funcionaba bien y aún así se registró una demanda del medicamento indicado para combatir la influenza H1N1, el Oseltamivir o Tamiflú, que obligó al Gobierno a comprar en el extranjero.

Si llega el coronavirus, esperemos que realmente el Gobierno esté preparado.

No vaya a ser.

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Creemos que el jefe de la oficina Presidencial y recientemente nombrado jefe del Gabinete para el Fomento de las Inversiones y el Crecimiento Económico, Alfonso Romo, bien le puede decir a López Obrador “no me ayudes compadre’’.

Y es que, contrario a lo que declaró el propio Romo antier, cuando se hizo oficial la creación del mentado Gabinete, López Obrador insistió en que no le importa el ¡crecimiento económico!

Romo dijo ayer que el país debe crecer o el Gobierno no tendría nada que ofrecer a los pobres, pero su jefe insiste en ver un país en donde “puede que no haya crecimiento pero hay desarrollo (?), hay bienestar (¿?)’’.

Así que ni como ayudar al empresario regiomontano.

Aunque lo raro no es lo que declara López Obrador, sino que Romo sigue creyéndole.

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Bien y a tiempo reaccionó la secretaria general de Gobierno de la CDMX, Rosa Icela Rodríguez, en el caso de los tres narcos fugados del reclusorio sur.

No hubo ni ocultamiento de información ni distractores; se fue claramente al origen de la fuga que no es otro que la corrupción que impera en todos los penales del país.

Generalmente discreta en su actuar, Rodríguez salió a responder por un tema que es de su responsabilidad pues la administración de los penales depende de su oficina.

Lo que sigue es que se castigue a quienes facilitaron la fuga, no solo a los ocho custodios que son el eslabón más débil de la cadena de corrupción en los penales capitalinos.