El día de ayer celebramos el inicio de la Revolución mexicana, un acontecimiento histórico que fue encabezado por verdaderos demócratas que lucharon en contra del autoritarismo, con la voluntad de regresarle la libertad al pueblo. Al igual que toda revolución, la mexicana implicaba una ruptura con el régimen imperante, en el que se gestaron cotos de poder que difícilmente cederían sus facultades para dar paso a la democratización del país. La resistencia fue tal que, en 1913, el electo presidente Madero fue asesinado por el usurpador Victoriano Huerta.

La tercera transformación de la vida pública nacional nos deja así una enseñanza que hoy en día sigue teniendo valor, especialmente para América Latina y para México: aun cuando los dirigentes sean electos democráticamente, y por ello cuenten con el apoyo popular, existirá siempre una pugna por el poder entre quienes buscan utilizarlo en beneficio generalizado para la sociedad y aquellos que están acostumbrados a disponer de él para el beneficio de una minoría.

A más de cien años de la gesta de 1910, con la victoria democrática electoral de Morena, la Cuarta Transformación del país —al igual que las anteriores— está encontrando resistencias férreas al cambio, entre las que se encuentra la necedad de quienes crearon una simbiosis entre el poder político y el económico y que, al haberse beneficiado de esta situación, difícilmente aceptarán los cambios fundacionales que se están llevando a cabo en el país.

Al mismo tiempo, hay quienes ya no son gobierno, pero quieren actuar como si lo siguieran siendo, e intentan dirigir el diseño de políticas públicas, tratando de evitar que el Estado beneficie a la población más marginada, y defienden que los recursos sigan siendo aplicados bajo los esquemas permeados de corrupción del pasado.

Es por ello que la actual administración tiene un papel dual: el de gobernar a la nación implementando políticas de corte social, y el de seguir siendo oposición ante el intento impositor de las ideas del pasado que sólo favorecían a unas cuantas personas.

Quienes pertenecen a ese grupo buscan fabricar falsos discursos que confundan y polaricen. Quieren hacer creer que atender a la población que durante años ha sido olvidada es un acto de discriminación, cuando fueron ellos los que profundizaron la precariedad en las condiciones de vida de millones de personas y tuvieron todos los mecanismos del Estado a su disposición, pero decidieron usarlos solamente para lo que más les convenía.

Afortunadamente, a diferencia de tiempos pasados, actualmente las políticas públicas de nuestro país se están diseñando con base únicamente en el mandato popular y legítimo que se obtuvo en las urnas. Es normal que, ante tan maduradas y añejas estructuras que se aferran a no cambiar el statu quo, la batalla por obtener el poder aún se esté llevando a cabo, pero es un hecho que el lado triunfador será el que represente la voluntad de la gente y no el interés particular de una élite.

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