@guerrerochipres

Necesitamos una nueva narrativa respecto de la seguridad. No es suficiente la polarización que unos y otros defienden.

Aquella debe ser superior -en el sentido de explicar mejor- a la crítica al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, fundada en la idea de un operativo fallido o en la falta de determinación respecto al histórico incidente del 17 de octubre en Culiacán.

Debe ser también mejor a la tentación de aplaudir simplemente el énfasis en una muy defendible comprensión humanista del criterio según el cual se evitó mayor violencia al replegar la decisión original de la detención de “Los Chapitos”.

Solamente como ejemplo.

Este lunes se dio a conocer la versión de un hombre que presuntamente desertó del Ejército y empezó a servir como jefe de sicarios para los hijos de quien fuera líder del Cártel de Sinaloa.

Aparte de las múltiples lecturas de los sucesos del jueves pasado, existe una señal clara de cómo el crimen se infiltra y se retroalimenta con los cuerpos castrenses. Pepe Sierra, el sobrenombre del presunto infiltrado, tenía, según se ha difundido en medios, el objetivo de asesinar a las personas cercanas a los militares que formaron parte de dicho operativo.

Aquí hay un evento simbólico o real concreto, definido, entre los episodios de un enfrentamiento en el que se desplegó armamento cuya posesión sería imposible para cualquier civil mexicano, armamento dispuesto para la guerra, salvo si se es un sicario
Lo siguiente son los pliegues: en los videos de la realidad del desorden urbano delincuencial y el blofeo desatados por la fallida aprehensión del hijo del Chapo estamos ante una sólida cultura de la violencia criminal favorecida por el flujo del mercado negro y la enorme impunidad nacional.

A los vínculos cuestionables entre el crimen y ciertas autoridades, a la que parece responder la cooperación con el gobierno estadounidense para detectar la procedencia de las armas del narcotráfico, debe seguir una reelaboración completa del discurso de la seguridad nacional y sus inevitables vínculos con la seguridad ciudadana.

Una reunión, con la presencia de las Secretarías de la Marina y la Defensa Nacional, la Guardia Nacional, las Aduanas y la DEA, así como el embajador Christopher Landau, el secretario Alfonso Durazo y el Canciller Marcelo Ebrard, entre otros organismos y funcionarios de primer nivel, puso sobre la mesa el tránsito de armas ilegales entre ambas fronteras.

Para Ebrard ya existe un parteaguas para la resolución del conflicto, de la misma manera quizá que el evento de Culiacán reconstituyó el escenario del debate que no puede quedarse en la polarización operativo fallido/humanismo.

La pregunta es: ¿cómo nos replantearemos la panorámica desde donde podemos analizar una realidad de la seguridad nacional inexistente ante el público el 17 de octubre? Dejó de ser vigente en territorio nacional, la evidencia de su carencia ocurrió en Culiacán.