El año 2015 marcó el inicio de dos aeropuertos en el mundo que estaban llamados a ser dos obras de infraestructura ejemplares, para solucionar los conflictos de saturación aérea que presentaban dos de las más pobladas ciudades del planeta.

El primero de estos aeropuertos, que inició su construcción hace cuatro años, fue el Peking-Daxing, para complementar al viejo aeropuerto de la capital China. Esta nueva terminal aérea sería construida en una superficie de más de cien kilómetros cuadrados, tendría ocho pistas funcionando de manera simultánea y daría servicio a 72 millones de pasajeros tan solo diez años después del inicio de su construcción.

La primera fase de operaciones de este aeropuerto, llamado a ser el más grande del mundo, estaba pensada para iniciar el 1 de octubre de 2019. Pero este cálculo falló. Y es que ayer fue inaugurado, una semana antes de lo planeado.

El otro aeropuerto de clase mundial que estaba llamado a resolver la grave saturación de una de las urbes más pobladas del planeta, que además sería construido muy cercano a la ciudad y con un proyecto funcional y arquitectónicamente muy bello, era el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).

Inició su construcción, a la par del Peking-Daxing, en 2015. Solo que mientras en China aceleraban el paso para cumplir a tiempo con la fecha de entrega, el NAIM fue suspendido por un capricho político y hoy es una obra negra abandonada al 40% de su construcción.

No hay nada que admirar de los chinos en materia de control político y anulación de la oposición, aunque no pocos de la 4T que desearían tener eso, pero está claro que el gigante asiático tiene claro que antes que los sueños mesiánicos, está el desarrollo de su país.

El proyecto de la Cuarta Transformación de parchar una terminal militar para hacer un aeropuerto comercial no es más que la salida fácil, ante la necedad de borrar las huellas del NAIM de Peña Nieto.

El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador no solo perdió un gran aeropuerto, sino que además mandó una terrible señal de desconfianza, por estar dispuestos a lo que sea para salirse con la suya.

El error de octubre, como bien se conoce a la cancelación del NAIM, provocó una caída en la confianza que simplemente no se ha podido remontar.

Ayer el Inegi dio cuenta de la depresión del sector de la construcción. El valor de la producción de las empresas constructoras cayó en julio pasado en -8.3% en comparación con el mismo mes de 2018. Y si poco les importa el valor de las empresas, por ser un dato muy fifí, hay que decir que el personal ocupado en la industria de la construcción tuvo una caída de -13.5% en ese mismo lapso.

China tiene hoy un nuevo aeropuerto para su capital, conectado con un tren bala. Mientras que México tiene un proyecto cancelado y una alternativa mala que todavía no inicia su construcción y con la clara intención de doblegar al poder judicial para que no cancele el inoperante proyecto de Santa Lucía.