Quizá nunca fue más complicado que en ese momento, inicios de 2012, definir el rumbo del ciclismo de ruta.

Retirado por segunda vez Lance Armstrong e inminente ya la anulación de todos sus títulos que ese mismo año se consumaría, desenmascaradas otras farsas como Floyd Landis, Jan Ullrich o Aleksandr Vinokúrov y, por si faltara, despojado Alberto Contador del Tour de Francia 2010 por clembuterol, parecía difícil lanzar un pronóstico.

Como sea, con su habitual tono frontal y sin necesidad de utilizar muchas palabras, el pentacampeón Miguel Induráin fue tajante en esa charla que sostuvimos: que el futuro del ciclismo de ruta era en inglés, que las estructuras, que los hábitos, que las tendencias lo dejaban claro: al título de Cadel Evans en 2011, primer australiano en reinar en Francia, seguirían más angloparlantes y no precisamente estadounidenses, sino británicos.

“Pero –insistía yo–, ¿y los españoles, y los franceses, y los italianos, y los europeos del este?”. Antes de concluir la pregunta, Induráin insistía: los pedales giraban hacia Londres.

Meses después, Bradley Wiggins era homenajeado en plena inauguración de los Olímpicos 2012, tras haberse convertido en el primer representante de esas islas en conquistar la más relevante competencia del ciclismo. Algo que se convertiría en tan rutinario que desde entonces y hasta 2018, seis de siete títulos del Tour serían para británicos: tras el de Wiggins, cuatro de Chris Froome y uno más del galés Garaint Thomas.

Lo que por entonces Induráin no podía prever, era que acaso esa hegemonía angloparlante terminaría sepultada ante una de las hazañas más importantes en la historia del deporte latinoamericano: que un colombiano al fin se erigiera rey bajo el Arco del Triunfo parisino.

Todavía unos meses atrás lucía más factible que Nairo Quintana fuera el primer latinoamericano en quedarse el maillot amarillo o, con circunstancias favorables, Rigoberto Urán. No tanto que lo consiguiera ya Egan Bernal, futuro que se adelantó hasta dos años en este Tour: con 22 años, el más joven en conquistarlo en más de un siglo.

Sucedió que Chris Froome, bandera del equipo Ineos (antes llamado Sky, por supuesto y acorde con los pronósticos de Induráin, británico), se lesionó. Y ante la lesión, el campeón defensor, Garaint Thomas, no tuvo más que aplaudir la irrupción volcánica de su coequipero, Egan Bernal.

Un gran punto de inflexión que trasciende a Colombia y tiene valor para toda Latinoamérica. En el deporte que mejor define a la sociedad europea, hoy manda un colombiano. Y, vistos sus alcances, pinta para ser por muchos años. Ha iniciado la dinastía colombiana del pedal.

Twitter/albertolati

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