@OtonielOchoa

El cuarto trimestre de 2008 marcó el fin de una época y el inicio de la tragedia de Petróleos Mexicanos (Pemex). Cantarell, que desde finales de la década de los 70 había sido uno de los campos más rentables en el mundo, empezó a colapsarse. En ese momento, el declive de su producción rompió el piso del millón de barriles diarios. Hoy, el que fuera un magno campo petrolero de aguas someras, no alcanza a producir 200 mil barriles diarios. Los nuevos desarrollos apenas son suficientes para que Pemex produzca cantidades similares a lo que Cantarell tenía por sí solo en la década de los 90.

Así, sin Cantarell, Pemex necesita sustituir reservas, lanzarse a explorar nuevas regiones y a desarrollar nuevos campos. El problema es que la empresa más grande de México carga en sus espaldas con una deuda de más de cien mil millones de dólares, la más elevada que cualquier petrolera tenga registrada a nivel mundial.

 

Con una capacidad de producción mermada –poco más de un millón de barriles diarios- y recursos limitados para la exploración, no es fácil que los flujos futuros de ingreso de Pemex se mantengan. La expectativa es que su posición financiera se debilite aceleradamente en el tiempo y eso aumente la probabilidad de incumplimiento del servicio de la deuda. El mercado lo tiene bien detectado y ya le asigna primas de riesgo que se asemejan a las que se aplican a los bonos basura. Esto, aun antes de que las principales calificadoras reconozcan que la probabilidad de default aumentó y anuncien una reducción de la calificación. Sólo es cuestión de tiempo para que Moody’s y S&P, que por lo general van atrás de la ola del mercado, reconozcan la nueva posición financiera de la petrolera mexicana.

La reforma petrolera había generado escenarios futuros más alentadores para la empresa. La expectativa de compartir riesgos y distribuir costos financieros de exploración y explotación le daban espacio y tiempo para adaptarse a un mundo sin Cantarell. Sin embargo, la aplicación de esa reforma ha sido suspendida de facto y ahora los nuevos escenarios son pesimistas. Pemex no tiene los recursos suficientes para invertir y por consiguiente necesita ser rescatada para mantener su viabilidad.

El nuevo plan de negocios reconoce esa realidad, pero deja dudas sobre la suficiencia de lo anunciado. Para detener la caída de la producción sin la ayuda de la inversión privada, los requerimientos financieros de Pemex serán muy superiores a lo que hasta hoy se ha anticipado con la reducción de la carga fiscal y la aportación de capital que recibirá.