La segunda ley de la termodinámica establece que, en un sistema cerrado, la entropía —o desorden— siempre estará presente. Algunos filósofos modernos han tomado este concepto para explicar cómo funcionan nuestras sociedades y de qué manera las instituciones creadas por la racionalidad de los seres humanos ayudan a incrementar el orden de las cosas.

En México, los niveles de entropía presentes en nuestras relaciones sociales y en la gobernanza se fueron incrementando año con año, conforme el régimen pasado se perpetuó en el poder, atentando contra los balances diseñados para mantener el equilibrio. El pasado 1 de julio, el pueblo se manifestó categóricamente, mostrando su deseo de poner fin a las recetas fallidas e iniciar un nuevo arreglo institucional que nos permita transitar hacia una sociedad más ordenada.

No se trata de un cambio menor, sino más bien de un cisma que marque el fin de la ideología enfocada en el desarrollo de pocos, y el inicio de un régimen incluyente a partir del respeto de la individualidad. Este cambio es significativo porque, si bien México ya había experimentado una alternancia de partidos en el poder, nunca antes un movimiento nacido de la ciudadanía, que busca un verdadero reacomodo del statu quo, había sido electo con los niveles de legitimidad alcanzados por el proyecto encabezado por el presidente AMLO.

Desde el 1 de julio del año pasado no hablamos simplemente de un cambio de mando, sino de un reacomodo institucional que persigue, entre otros fines, acabar de raíz con la corrupción, generar las condiciones necesarias para sacar a millones de personas de la pobreza, elevar el desarrollo de las regiones de nuestro país que por mucho tiempo fueron olvidadas, poner fin a los privilegios excesivos de las élites políticas y económicas, separar el poder económico del político, restablecer el tejido social, recuperar la paz y fortalecer el Estado de Derecho que por tanto tiempo fue ultrajado.

Todos éstos son objetivos colosales por sí mismos, y ningún proyecto anterior había intentado alcanzarlos con la seriedad necesaria. Por esta razón, el Ejecutivo federal necesita del apoyo de todos para poder cumplir con las altas expectativas que se han generado.

Por ello, desde el Senado de la República estamos trabajando para proveer las herramientas que permitan llevar a cabo el cambio que el país necesita. Lo hemos hecho con la responsabilidad que conlleva ser la mayoría, siempre buscando el consenso y privilegiando, como nunca antes, la naturaleza democrática, autónoma e incluyente del Poder Legislativo.

Como cualquier cambio a una estructura en sus puntos de apoyo, el inicio de la transformación ha tenido momentos difíciles —entendibles—, dado que se está cimbrando una estructura que por muchos años se mantuvo estática. La entropía, que siempre estará presente, se resistirá a ser reducida, pero con el trabajo de todos, y con el liderazgo de un hombre con una clara visión de un país más justo, no hay duda de que lograremos el balance que tanto necesita el sistema institucional en México.

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