Teherán, Irán.- Caminar por el viejo mercado de Tajrish, sus populares calles aledañas, adentrarse en la mezquita Imamzadeh o recorrer el elegante barrio de Elahiyeh de esta ciudad permite constatar que las sanciones promovidas por Estados Unidos en contra de Irán parecen no haber surtido el efecto buscado en el ánimo de la población de este país.

Las décadas pasan, las sanciones van y vienen, e Irán, sometido en los últimos años a una de las más fuertes presiones por parte de la comunidad internacional, mantiene una actividad similar a la de cualquier país de esta región. Pese a un impacto negativo en el crecimiento de su Producto Interno Bruto, con un decrecimiento de 3.9% en 2018, y una inflación que no deja de aumentar, las calles y comercios están abarrotados, los restaurantes cierran hasta tarde y la gente, cual sea su origen, vive a un ritmo similar al de nuestras sociedades occidentales.

Si bien las presiones de los grupos más conservadores de Estados Unidos y sus aliados se han incrementado en los últimos días, la posibilidad de un nuevo conflicto armado en la región parece estar instalado más en la retórica que en la realidad. Al menos por el momento. Las marcadas diferencias entre el presidente Donald Trump y su equipo de asesores, encabezado por el ultraconservador John Bolton, mantienen alejado el espectro de una guerra con Irán.

Si bien Bolton y sus aliados -el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el Príncipe heredero de Arabia Saudita, Bin Salman- buscan erradicar al régimen de Teherán, el propio Trump ha confesado que no pretende un conflicto armado con Irán, pese a su insistencia en acabar con el programa nuclear de este país. Fiel a su política de mensajes contradictorios, el primer mandatario estadounidense decidió recientemente desplegar al Golfo Pérsico el portaaviones Abraham Lincoln, el buque de asalto US Arlington y una serie de bombarderos.

Todo indica que Estados Unidos se mantendrá en una posición tan radical como la que denuncia. Su salida del acuerdo nuclear con Irán -suscrito en 2015 bajo el impulso del entonces presidente Barack Obama y con la venia de Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y China- rompió con cualquier esperanza de un pronto arreglo en la región. Su insistencia en llevar a cero las exportaciones petroleras de este país reafirma esta situación.

Mientras el mundo ve con preocupación el radicalismo que rodea al huésped de la Casa Blanca y escasas las posibilidades de una pronta solución, en las calles de Teherán, en pleno mes de Ramadán, el ambiente es mucho más relajado que en otros momentos de la historia reciente.

Este pueblo milenario, cuna de civilizaciones y objeto de múltiples ambiciones, vive este nuevo capítulo con la esperanza de que las posiciones disímbolas no se traduzcan en una innecesaria guerra para el mundo.

Segundo tercio. Irán es el país sobre el que más amenazas de guerra pesan. Sin embargo, la seguridad pública es un bien que se palpa en las calles. Estado fuerte es la razón de esta realidad, un Gobierno firme que no hace concesiones al crimen organizado.

Tercer tercio. Es Twitter la peor vía para informarse sobre lo que acontece en nuestro país. Más cuando se está en el extranjero. Esta red se ha llenado de odio, carece de rigor y ha sido secuestrada por los extremos.