No, la Secretaría de Hacienda no redujo sus estimaciones de crecimiento económico para este y el próximo año sólo para no contradecir al Banco de México, faltaba más.

La fe no alcanza para que en la economía mexicana se dé un fenómeno de multiplicación de los panes que hagan que el Producto Interno Bruto duplique sus posibilidades de crecimiento.

Si Hacienda no apuesta a un crecimiento de 3% el próximo año en este momento es porque simplemente no lo ve. Ni por factores internos ni externos es sensato calcular una expansión de esas dimensiones.

Ahora, puede el presidente López Obrador aportarle a una tasa de crecimiento y reclinarse a ver cómo fracasa su expectativa para después echar mano de su amplio repertorio retórico y conferirle la culpa al neoliberalismo y la mafia del poder por no haberlo logrado.

O, bien, puede influir para que suceda. Y lo puede hacer de al menos dos formas. Por la buena, generando confianza, o por la mala, ordenando un gasto desordenado.

Siempre estará presente el factor externo que condiciona el comportamiento económico. Por más virtuosos que fueran los motores internos, si allá afuera hay una guerra comercial entre China y Estados Unidos, si los demócratas boicotean el acuerdo comercial, si los británicos prenden fuego con una salida desordenada de la Unión Europea, no hay manera de mantener el crecimiento.

Pero desde el interior del país, el todopoderoso Presidente puede influir para que gane la apuesta.

Si es por la buena, toma decisiones que generen más confianza entre los agentes económicos.

Se antoja ya muy difícil que pudiera la 4T reconsiderar la construcción del aeropuerto en Texcoco, sobre todo cuando su constructor favorito José María Riobóo al parecer ya le llevó, sin licitación de por medio, los planos para las remodelaciones de los aeropuertos de la Ciudad de México, Toluca y la base militar de Zumpango.

Pero un regreso a la congruencia en este tema, con una concesión privada del aeropuerto en obra negra, le generaría recursos adicionales y una inyección de confianza por la muestra de sentido común.

También por la buena podría atender el claro mensaje que le manda la Secretaría de Hacienda en los precriterios presentados al Congreso en materia de ingresos petroleros.

Si hay que hacer recortes por más de 120 mil millones de pesos al gasto es porque los ingresos petroleros se han derrumbado. Esto por la combinación de precios bajos durante el primer trimestre del año y por el derrumbe en la plataforma de exportación.

Si quiere el Presidente atinarle a sus pronósticos, debería cancelar la construcción de la refinería en Tabasco para dedicar cada centavo a la exploración y extracción de petróleo. Esto tranquilizaría a las firmas calificadoras e inyectaría confianza en los mercados.

Ahora que si lo quiere hacer por la mala. Puede simplemente dar la orden a su secretaría de Hacienda y a su obediente congreso de gastar sin miramientos y a costa de la estabilidad propiciar un crecimiento artificial que paguen las futuras generaciones.