Los éxitos de Rafael Heredia se vieron cuando decenas de sus amigos y personalidades abrazaron al célebre abogado que ha llevado los casos de Luis Miguel; presunto culpable, el tema de las hijas de José Luis Cuevas y muchos otros casos peliagudos que tiene que llevar un penalista de su nivel. Por cierto, en La Maison de la Famille se reunieron decenas de personalidades y amigos para celebrar sus 79/80 años. Tarde única, menú y vinos de la casa (todo, gracias a la inventiva de Paquita Buttey y el propio Rafael). Podría hablar mucho de un abogado que gusta de investigar, peliagudo, culto, incisivo, pero ser humano que busca la justicia.
Allí en la casa de Paquita Buttey charlé largo con el general Salvador Cienfuegos, Montealejando Rubido, Alejandro Rodríguez Cáceres, Gaspar Rivera Torres, Carla Estrada, Mónica Señoret, Lourdes Skipsey, abogados Alonso Aguilar Zinser, Enrique Riquelme, El Santo y su esposa, Gaby Obregón; los hijos de Rafael (Lupita y Rafael), Max y Eduardo Rosell, y un larguísimo Etcétera. El menú paté aseo, paté de higaditos, ceviche de sierra, crema de castaña y short-rib estofado al vino tinto, además de mil hojas caramelizado a la vainilla de Papantla. Tarde inolvidable de uno de los mejores penalistas del país.
¿Gusta debatir la situación venezolana?
Así como jugábamos Jaime Peñafiel y este columnista en el ¡Hola! Y ¡El Universal!, ahora cambio “impresiones” con mi colega Boris Izaguirre (acuérdense siempre de sus paradojas). Por ejemplo, señala que la autoproclamación de Guaidó como presidente de Venezuela sorprendió a muchos –en la Semana de Alta Costura de Paris—y a mí en Les Moustaches de Luis Gálvez. Mundos no tan diferentes, sobre todo a dos cronistas que hemos vivido en glamour y en el tercer mundo. ¿O no? Algunos críticos dijeron que le parecía falta de apreciación a lo que acontece en Venezuela. Se equivocan. Hay que tomarse con prudencia todo lo que sucede en convulsionados países como Venezuela y México. Igual que lo hace la Comunidad Europea. Me Acuerdo –también lo hace Boris, en un bar de la rue de Buci–.
Igual lo hicieron nuestros padres en los cincuenta/sesenta. Mientras allá en París y aquí en México, mirábamos Boris y yo por la ventana el bullicio de la gente, señales de lámparas de todo tipo, autos y nieve –allá en la Ciudad Luz, y frío acá–, frivolizando en las calles más distintivas del barrio latino y la colonia Cuauhtémoc. Mire usted, mucha gente se volvió millonaria con el petróleo de Venezuela. “Muchos no”, dijeron algunos comensales. Sé que Boris nunca volvería a Venezuela. A mí no quiero que le pase lo mismo a México.
Así como Londres se está desluciendo, (la clave la da el show de Jean Paul Gaultier que llena cada noche el Folies Bergere), intercalando temas que van desde el amor, triunfo, modificar el mundo y muchas ansias de que muchos cumplan su sueño de adolescentes como realizar un music-hall. En Paría acabo de ver en el show del Follies al zapatero Louboutin. Hay que resaltar que un show de modas allí sería la ilusión de Beatriz Calles por la hechura de los vestidos/trajes, etcétera, salvo cuando vi a nuestra conocida Amanda Lear (¿se acuerdan cuando se presentó en el Quetzal?), la star de la ambigüedad. También, me acordé de que el padre de Boris Izaguirre desea ver el final de la cinta de lo que sucede en Venezuela. Luego vi como Catherine Deneuve saludó al diseñador Gaultier.
Como recordaran, en El Quetzal de Rincón Gallardo, Catherine habló de porque usaba los trajes de Ives Saint Laurent (que e hizo amigo de Taibo I, a través de un ventanal ubicado en un piso atrás del Plaza Athénée de París). Juntos representaron El Savoire Faire y su Love Afaire con las revoluciones. Deneuve vive y reina en el cine francés. Por otro lado, Sigourney Weaver se impresionó como la Deneuve usa su bolsa para decir cuando empieza a hablar y cuando termina. Por ende, muchos anhelan revoluciones y otros adoran reinas. Y hasta la próxima, ¡Abur!