En la clase de Desigualdad Económica que llevo en la maestría, un estudiante nos puso a pensar a varios: durante la presentación de sus conclusiones sobre el libro “El idealista: Jeffrey Sachs y la búsqueda para acabar con la pobreza”, de Nina Munk, mencionó que los programas occidentales para promover el desarrollo en regiones de extrema pobreza suelen batallar por presupuesto y maniobrabilidad con burocracias internacionales como la ONU; aspecto que, en su opinión, afecta los resultados de dichos programas.

 

En contraposición, argumentó por un control más centralizado y puso como ejemplo de “eficacia” el apoyo de China a países africanos (“China promete 60 mmdd en ayuda y préstamos a África, sin condiciones políticas”, The Washington Post, 03/09/18). Palabras más, palabras menos, dijo que si bien el modelo chino es autoritario, su fuerte control financiero y verticalidad política podía desplegar apoyos de manera más eficiente. Bajo un velo muy tenue, mi compañero estaba criticando los estancamientos que conlleva la democracia (recordemos a Przeworski: “El pluralismo de autoridad es antiautoritario”).

 

Debido al descrédito que algunos brindan a la democracia, dudas de este tipo (el ver con buenos ojos modelos autoritarios “más eficientes”) podrían volverse frecuentes, especialmente en países sin raíces democráticas profundas (como México). Pero si simplificamos “Occidente” a su mayor exponente, EEUU, y jugamos con algunos supuestos, podemos hacer preguntas interesantes. Por ejemplo, si la rivalidad económica y política entre las dos superpotencias, EEUU y China, se tensara, ¿dónde debería pararse México?

 

Cierto, nuestra relación con EEUU no está en su mejor momento. Según Pew Research Center (PRC), 91 % de los mexicanos no confía en el criterio de Trump en materia internacional; solo el 32 % ve con buenos ojos al vecino del Norte (al final de la presidencia de Obama esta cifra era de 66 %); y únicamente 32 % de los mexicanos piensan que EEUU toma en cuenta los intereses de nuestro país (51 % en 2013). Pero otros datos iluminan mejor aquél supuesto. Por ejemplo, en 25 países PRC preguntó: “¿Cuál de los siguientes escenarios sería mejor para el mundo? ¿EEUU o China como principal potencia del mundo?”. El resultado grupal fue 63 % por EEUU y 19 % para China. En contraste, el 48 % de los mexicanos respondió que EEUU, pero 41 % dijo que el gigante del Este asiático.

 

México tiene la sagacidad diplomática para mantenerse “neutral” en conflictos bipolares y proteger sus diversos intereses, pero en un escenario donde tuviese que tomar partido, la respuesta es muy clara: aun con los errores de EEUU, México debería estar de su lado en una situación así; no solo por conveniencia geográfica y comercial, sino porque cambiar de socio principal implicaría un grado de aprobación implícita al modelo autoritario chino y ciertas concesiones políticas (imaginen tener que omitir posicionamientos pro-DDHH porque al socio asiático “no le agrada el tema”…) Aquellos que piden aumentar nuestras relaciones con China en detrimento de las que tenemos con EEUU, pierden de vista una cosa: México siempre debe buscar que el equilibrio de poder mundial se incline hacia la libertad.

 

@AlonsoTamez

 

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