Valeria Sánchez Mondragón ACATLÁN  

Beatriz es una joven madre de dos niños pequeños, vive en Tultepec (considerado la capital de la pirotecnia en el país), Estado de México, y para subsistir lleva casi trece años dedicándose al forrado de fuegos artificiales. En ese municipio, la fabricación de cohetes es una actividad que muchos de sus habitantes realizan, unos por tradición y otros por necesidad, de forma legal o clandestinamente.

El trabajo de Beatriz es peligroso, como lo demuestra la explosión (el 5 de julio pasado) de un taller formalmente establecido en ese municipio, que dejó 24 personas fallecidas; en su caso, aunque asegura contar con permiso para realizar su actividad, las condiciones en que labora no son las que marca la Secretaría de la Defensa Nacional, que es la que otorga las licencias para manejar pirotecnia.

Su casa se ubica cerca de San Pablito, una de las zonas más pobres de Tultepec, y su área de trabajo es una habitación pequeña con un baño: “ellos me traen el cohete ya hecho y yo lo enmecho (sic), lo forro, lo cuento y lo embolso”, relató a 24 HORAS.

Las únicas precauciones que ella “razona” para evitar accidentes, es tener los explosivos en “donde no haya lumbre”. Una vez que ha terminado de embolsar los cohetes los almacena en su baño, porque “es un lugar fresco”.

Leticia habita en otra de las calles de terracería de la zona; ella ha fabricado cohetes por diez años y es madre de tres niños. Su vivienda es una construcción en obra gris, que consta de una habitación hecha de ladrillo de hormigón y con techo laminado. Desde temprano, o incluso en la noche anterior, llegan los materiales (pólvora, mecha, papel y otros) con los que ella y sus hijos trabajan hasta la tarde, por un pago de aproximadamente cien pesos diarios.

Desesperanzada, comenta que luego de la explosión del 5 de julio pasado se suspendieron las actividades durante más de dos semanas: “son muchos días y se siente feo porque con eso nos mantenemos. Yo rento y se vienen los gastos de la escuela”.
Como precaución ante accidentes, evita acercar los explosivos al fuego: “yo uso mi fogata de leña para cocinar, pero no me arriesgo; trato de dejar los materiales donde haya humedad”. Tanto Leticia como Beatriz carecen de un extintor, y sólo esta última tiene a la mano los números de emergencia.

Al igual que las entrevistadas, gran parte de las personas que se dedican a fabricar pirotecnia en Tultepec tienen (o aseguran tener) un permiso para realizar sus actividades, otorgado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena); para obtenerlo, entre otros requisitos, se debe contar con un dictamen de seguridad de la Coordinación General de Protección Civil en las instalaciones del taller.

Cabe destacar que el mercado de pirotecnia de San Pablito, cuya explosión dejó 42 muertos el 20 de diciembre de 2016, ya ha sido reconstruido; aunque no hay fecha aún para su reapertura, se prevé que sea antes de las fiestas patrias.

LEG