Un día después la Bolsa de Valores no se desplomó, el dólar no alcanzó los 25 pesos por unidad y los mercados financieros no reportaron fuga de divisas.

El aeropuerto internacional de la CDMX trabajó normalmente y no se registró una demanda extraordinaria de vuelos al extranjero.

Como siempre, los millones de aficionados al futbol aceptaron con resignación eterna que la Selección Nacional de ese deporte no pase del cuarto partido en los últimos siete campeonatos mundiales de la especialidad.

El tráfico matutino después del juego de México fue el de todos los lunes, acaso mitigado por el inicio del periodo vacacional escolar y por la tarde volvió a llover en la CDMX, como un lunes cualquiera de julio.

El país no se cayó.

Sin embargo, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y de su movimiento causó varias víctimas fatales.

Nunca, ni en su peor pesadilla, los priistas se imaginaron despertar el día después de la elección presidencial reducidos a la mínima expresión política.

No sólo perdieron la Presidencia de la República, sino las gubernaturas de los estados que gobernaban, como Yucatán –aunque el PREP local seguía sospechosamente retardado-, la mayoría de los Congresos locales en disputa y también la mayor parte de las presidencias municipales.

Para tener una idea de la debacle del PRI –también el PAN y el PRD que abordaremos mañana-, sirva como ejemplo lo que ocurrió en el Estado de México, emblema del grupo en el poder.

De 45 distritos locales, el PRI sólo ganó uno; el Frente PAN-PRD, tres y Morena –sin coalición-, uno y la coalición Morena-PT-PES, 41.

De los 41 distritos federales, la coalición Morena-PT-PES ganó 37; el PAN-PRI-Verde-Panal, tres y la coalición PAN-PRD-MC, sólo uno.

El PRI únicamente ganó 23 de los 125 municipios del estado; perdió la capital Toluca y los emblemáticos Atlacomulco y Metepec con Morena, que obtuvo el triunfo en 48 municipios, incluido Chicoloapan, que el PRI había escriturado desde hace años a su brazo armado Antorcha Campesina.,

El PRI tendrá incluso menos diputados federales que el PES y el PT, y en el Senado las cifras preliminares le conceden un número apenas por arriba de la docena.

¿De quién es la responsabilidad de que en el partido en el gobierno haya sufrido tal debacle que incluso provocó que algunos de sus viejos militantes hablen de la refundación después de la refundición?

¿Quién o quiénes serán los valientes que tomen los restos del otrora partidazo para tratar de hacerlo renacer, si es que eso fuera posible?

Ayer, el país seguía siendo el mismo, pero ya no es igual.

Hasta ayer no se sabía si Andrés Manuel López Obrador aceptaría o no la protección de miembros del Estado Mayor Presidencial, como corresponde a su estatus de candidato con más votos –no será Presidente electo hasta que la autoridad electoral cumpla con el protocolo.

Durante su recorrido de la victoria, realizado la noche del domingo, el tabasqueño estuvo discretamente vigilado, pero cuando se dirigió al Zócalo fue notorio el convoy de motociclistas de la Secretaría de Seguridad Pública de la capital.

Y aunque en campaña López Obrador haya declarado que desaparecerá al EMP, ya no es tema particular, sino de seguridad nacional, la suya como futuro Presidente del país.

Y no es un juego.