Hay señales inequívocas en los estados de ánimo de los candidatos presidenciales y sus equipos, que anticipan los resultados de la jornada.

Por causa del proceso de producción, esta columna se redacta sin que se conozcan los resultados oficiales de las elecciones celebradas ayer.

Pero es casi una tradición de que en todos los partidos políticos se haga un corte de caja por ahí de la una de la tarde, en donde se conocen las tendencias de la votación que difícilmente podrían cambiar en el resto de la tarde.

Cuando en el año 2000 perdió el PRI, por primera vez, la Presidencia de la República con Francisco Labastida Ochoa, a las 14:00 horas, su equipo de campaña sabía que estaban muy por debajo de Vicente Fox.

Aun así, sus asesores le aseguraban que “había que esperar el voto del campo’’ y que con ello le darían la vuelta al marcador.

Jamás ocurrió, y usted ya sabe la historia.

Aún antes de que se conocieran los resultados oficiales, en los cuarteles generales del PAN y el PRI no había fiesta, como sí en las cercanías de la casa y de la oficina de Andrés Manuel López Obrador.
Desde el mediodía comenzaron a circular en redes sociales supuestas encuestas de salida que daban una ventaja al tabasqueño de 20 puntos sobre el segundo lugar, Anaya, y de casi 25 sobre Meade.
Los supuestos conteos a pie de urna no tenían autor, pero se habían reproducido cientos de miles de veces.

Si fue o no guerra sucia, ya se sabrá aunque de poco sirva.

Lo mejor de ayer es que la gente salió a votar y que no hubo mayores incidentes que lamentar.
Seguramente esos incidentes tendrán que ser materia de una reforma a la legislación electoral, como el hecho de que sólo haya mil 54 casillas especiales, cada una, con 750 boletas a todas luces insuficientes.

Pero esa negociación ya corresponderá a la próxima legislatura que, de acuerdo a los números preliminares, se pintará de guinda.

La gran participación vista ayer en la que fue la elección más grande del país –se eligieron más de 18 mil funcionarios, incluido el Presidente del país- podría superar 66% previsto por la propia autoridad electoral.

En el año 2012, el porcentaje de votación fue de 63.15%, y a pesar de que fue alta la participación, en el año 1994 la participación fue de 77.16% del padrón electoral.

El porcentaje de votación puede ser también histórico.

De acuerdo a conteos rápidos de casas encuestadoras que acreditaron su metodología ante el INE, el candidato de Morena en Veracruz, Cuitláhuac García, habría arrasado en Veracruz, dejando con las ganas a Miguel Ángel Yunes Jr.

La diferencia entre ambos superaría los 10 puntos, pese a que las encuestas previas los colocaban en un empate técnico.

Pero no fue así.

Morena habría ganado también los estados de Chiapas, con Rutilio Escandón, Tabasco con Adán Augusto López, Morelos con Cuauhtémoc Blanco -¡gulp!- y la CDMX con Claudia Sheinbaum.

En Guanajuato el PAN mantuvo su hegemonía con Diego Sinhué Rodríguez, aunque el crecimiento del neomorenista Ricardo Sheffield, prófugo del blanquiazul, colocó de golpe y porrazo al partido de López Obrador como la segunda fuerza política en el estado, muy por encima de lo que queda del PRI.