Aquello de despreciar el capital privado no es una ocurrencia de uno de sus más cercanos y radicales asesores, es parte de su forma de pensar y de sus planes de gobierno.

En la página 12 del libro La salida 2018, decadencia y renacimiento de México (Editorial Planeta), su autor, Andrés Manuel López Obrador escribió: “… En realidad el modelo está diseñado con el propósito de favorecer a una minoría de políticos corruptos y delincuentes de cuello blanco que se hacen llamar hombres de negocios”.

En eso de los políticos corruptos hay poco que discutir, y Morena vaya que los tiene en sus filas. Pero, ¿son los “hombres de negocios” delincuentes como dice López Obrador? ¿No son las generalizaciones el antecedente de los regímenes autoritarios?

A lo largo de este libro, López Obrador se dedica a denostar la propiedad privada de diferentes sectores productivos del país. Se le nota a él, a López Obrador, su desprecio por el capital privado.

Dice en su libro: “Es evidente, pues, que la privatización no es la panacea ni el camino hacia el crecimiento, el empleo y el bienestar. Si así fuera, los efectos ya tendrían que ser perceptibles”.

Y usa el peor ejemplo que se le pudo ocurrir: el sector de las telecomunicaciones. Y como no hay peor ciego que el que no quiere ver, es imposible que se pueda dar cuenta de la enorme penetración de los servicios de telecomunicaciones que ha tenido este país.

La democratización de la telefonía móvil, de la televisión de paga, del acceso a Internet no tiene ninguna duda. El derrumbe en los precios se dio gracias a la reforma estructural en materia de telecomunicaciones. Es este sector uno de los grandes éxitos del capital privado.

¿Qué puede pasar si López Obrador no ve beneficios en materia de telecomunicaciones? ¿No podría entonces hacer caso a su muy cercano asesor Ignacio Taibo y nacionalizar este y otros negocios?

Los voceros de la campaña electoral de López Obrador no tienen la tarea de dar a conocer las posturas de López. Su trabajo es matizar, esconder, maquillar todo lo que expulsa en sus discursos en la plaza pública.

Y esa fobia que tiene a los empresarios es una de las tareas más difíciles que tienen los voceros de esconder, porque además lo tiene escrito y publicado. Lo que digan sus emisarios es simplemente una forma de tratar de esconder un elefante.

Que no quede duda de lo que López Obrador piensa sobre las inversiones privadas en diferentes sectores productivos. Así lo escribió: “Esa política destructiva no ha significado en los hechos nada bueno para el país”.

Si esto no es una clara postura contra el capital privado, si esto no es una ostensible llamada de atención de que repudia la tenencia de negocios en manos de particulares, si no es una clara amenaza de futuras nacionalizaciones, ¿qué más puede ser?

Y eso no lo dijo un trasnochado asesor comunista que ya fue fusilado políticamente ante la opinión pública. Lo escribió el propio Andrés Manuel López Obrador.