Sí, las alianzas y coaliciones que se dan en el marco del sistema electoral y partidista mexicano son de risa, de risa loca. Lo malo es que reírnos de las mismas es reírnos de nosotros mismos. Me explico.

 

Originalmente, los partidos políticos tienen la función de representar a los ciudadanos. Quienes los integran -idealmente- comparten intereses, valores, proyectos y objetivos comunes. Se busca sumar esfuerzos para alcanzar posiciones de gobierno y dar viabilidad a una agenda social que represente los ideales de determinado grupo o sector. Hoy, decir que el objeto de los partidos se ha desvirtuado es quedarnos muy cortos. Éstos se han convertido en camarillas que utilizan el registro como vehículo para acceder a posiciones de poder y privilegios, y que gustosos reciben millonarias prerrogativas que pagamos con nuestros impuestos, sin tener que justificar gran cosa.

 

Las coaliciones formadas rumbo a la elección del año que viene son una prueba de lo anterior. Conscientes de que unos cuantos votos podrían hacer la diferencia, dirigentes y candidatos buscan partidos “satélite” que les aseguren una base más amplia. A su vez, éstos venden caro su amor, negociando su apoyo a cambio de huesos, curules, escaños, prebendas y hasta amnistías.

 

El matrimonio MorenaEncuentro Social da fe de que, hoy en día, lo que menos importa es lo que los románticos llamarían “ideología”. Son como el agua y el aceite. Polos opuestos que se atraen motivados por la ambición. Morena promueve la despenalización del aborto, mientras que el PES lo califica como un “atentado contra la vida”. Morena promueve el aval de los matrimonios entre personas homosexuales, mientras que su hoy aliado solicita que se defina al matrimonio como la unión legal de un hombre y una mujer. Morena respalda la adopción por parte de parejas gay, mientras que ES advierte que nunca lo avalaría. ¿Cómo puede haber convergencia en la agenda política de dos fuerzas con un antagonismo tan claro?

 

Igual de cuestionable es la unión entre el PAN y el PRD, que ya ha ganado gubernaturas. Históricamente, ambos partidos han tomado posturas directamente encontradas en temas fundamentales, como combate a la violencia y al narcotráfico. Igual de polémica resulta la alianza entre el PRI, que ha presumido la reforma educativa como eje de transformación del país, y Nueva Alianza, un partido creado por aquéllos que, durante años, defendieron los vicios que la reforma pretende eliminar.

 

En México, Montescos y Capuletos podrían unirse en una alianza política. Tú me das y yo te doy. El toma y daca de la “polaca” es la forma en que se gestan las uniones políticas que, si bien pueden darnos risa, representan un sistema obsoleto, que nos cuesta mucho dinero y que genera gobernantes carentes de legitimidad y líderes de partido con bolsillos llenos.

 

 

Uber o taxi de sitio

La empresa Uber ha informado que renuncia a brindar garantía alguna sobre la seguridad de los usuarios, tanto de las unidades como de la plataforma digital, y no garantiza la cobertura de daños por accidente o robo en sus unidades. Si algo era plausible del nacimiento de compañías como Uber era justamente que entendían las necesidades del cliente y adaptaban plataformas digitales para satisfacerlas. La seguridad en el transporte es una necesidad de los pasajeros en ciudades mexicanas. Si no hay garantía de seguridad, ¿cuál es la diferencia, hoy en día, entre Uber y un buen sitio de taxis?

 

Desde luego, esto no es culpa de la empresa, que sólo busca hacer negocio, sino de las autoridades que no llenan las lagunas de la regulación y permiten que las compañías evadan sus responsabilidades.