Cuando el presidente Enrique Peña Nieto le pidió al gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, que se quedara al frente de la institución al menos el resto del año, éste puso una sola condición: no tener ningún tipo de influencia sobre las decisiones que tomaría la Junta de Gobierno para contener las presiones inflacionarias.

 

 

Las tentaciones de los que manejan la política fiscal de influir en los que llevan la política monetaria serán siempre inmensas, sobre todo cuando una política monetaria restrictiva como la que prevalece en México implica un freno al crecimiento económico.

 
Es un hecho que tanto Guillermo Ortiz Martínez, en su momento, como Agustín Carstens, en estos años recientes, han recibido presiones para moderar sus ímpetus de halcones monetarios. Ninguno de los dos se ha dejado, para fortuna de la defensa de la autonomía del Banco de México.

 
Actualmente, la inflación anualizada está en 6.30% y la tasa de interés de referencia, en 7%, después del incremento más reciente, por decisión dividida de la Junta de Gobierno.

 
El aumento era esperado, y dentro de lo nuevo que aportó el comunicado de decisión de política monetaria del Banxico fue que parece que al interior del banco ya parecen estar cómodos con este nivel del costo del dinero. Esto fue refrendado por el propio Carstens en alguna entrevista.

 
Esto implicaría que el ciclo de alzas de la tasa de interés interbancaria en México habría llegado a su fin. De aquí en adelante, los escenarios son estabilidad en el nivel actual, a la espera de que realmente inicie el descenso del Índice Nacional de Precios al Consumidor y, posteriormente, emprender una baja del costo del dinero.

 
Con esa ruta aparentemente trazada, lo que inicia ahora en el Banco de México es el proceso de sucesión de Agustín Carstens, que es sabido que se va el último día de noviembre.

 
Toca al presidente Enrique Peña Nieto designar a un nuevo gobernador que tiene que ser aprobado por el Senado de la República. No hay mucha complicación en ese proceso político, porque se pueden construir mayorías con legisladores moderados que le entiendan al tema.

 
A diferencia de la candidatura presidencial priista, donde Peña Nieto baraja nombres lo mismo de abogados, que médicos y economistas, aquí sí tiene que ser un candidato con todas las cartas credenciales de ser un financiero de primer nivel. De ésos no hay muchos.

 
Ya habrá oportunidad más adelante de jugar a los tapados y lanzar pronósticos de quienes podrían estar en la competencia. Baste por ahora decir que hay buenos candidatos que sería una lástima que no compitieran por algo más, como la Presidencia de la República, y hay otros que son excelentes técnicos, pero que nadie fuera de ese mundillo los conoce.

 
No sabemos si Peña y Carstens negociaron algún voto de calidad para la designación, pero está claro que los que hoy gobiernan el banco central tendrán algo que decir, incluso si el candidato a gobernador sale de sus propias filas.