El presidente de la República francesa es elegido por mayoría absoluta de votos emitidos, así lo establece el artículo 7 de la Constitución gala. Desde 1962 el jefe de Estado, junto con el Parlamento, figura como el representante de la soberanía popular, designado en los comicios presidenciales en sufragio universal directo.

 

 

 
La Carta Magna señala que si ninguno de los candidatos obtiene más del 50% de los sufragios en la primera vuelta electoral, los dos aspirantes más votados pasan a la segunda ronda, que se celebra 14 días más tarde. En esa segunda y definitiva batalla por el Palacio del Elíseo los ciudadanos vuelven a votar optando por uno de los dos finalistas.

 

 
En los últimos 55 años todas las elecciones presidenciales se celebraron en dos tiempos. El multipartidismo y una amplia oferta ideológica hicieron necesaria la convocación de una segunda ronda.

 

 
Los mandatos presidenciales duran 5 años (antes del 2002 duraban 7) y son renovables una sola vez. Esto quiere decir que para designar a su mandatario los 47 millones de franceses inscritos en las listas electorales tienen dos citas con las urnas en menos de 15 días en los 66 mil centros de votación del país.

 

 
Veamos el ejemplo de la última contienda presidencial, la más atípica de la historia de Francia. El pasado 23 de abril, tras una extenuante y tormentosa campaña, 11 candidatos se clasificaron para la primera ronda habiendo conseguido los 500 apadrinamientos exigidos de parte de representantes políticos electos (diputados, senadores o concejales).
Por primera vez desde la creación en 1958 de la V República no se presentó a su reelección el presidente saliente, en este caso el socialista François Hollande.

 

 
Por primera vez partieron como favoritos para colarse en la segunda vuelta los aspirantes hostiles a la hegemonía de los dos grandes partidos tradicionales, los socialistas y los conservadores, que se alternaban en el poder desde hacía medio siglo. Se trata del socioliberal centrista Emmanuel Macron y la nacionalpopulista Marine Le Pen, ambos lograron reemplazar la clásica división derecha/izquierda por una nueva.

 
Le Pen impuso la segmentación entre los mundialistas y los patriotas; Macron, entre los progresistas y los conservadores.

 
Los sondeos otorgaron el tercer y cuarto lugar al ganador de las elecciones primarias abiertas de la derecha, François Fillon (hundido a causa de empleos ficticios), y al carismático izquierdista radical, Jean-Luc Mélenchon, respectivamente. A diferencia de lo sucedido en Estados Unidos y en Gran Bretaña, en Francia las encuestas no se equivocaron.

 
El centrista Macron, de 39 años, y la ultraderechista Le Pen, de 48 años, consiguieron el pase al duelo crucial por la jefatura del Estado galo.
Arrancó otra campaña, la del segundo round. Se volvieron a analizar propuestas de ambos, los votantes miraron de nuevo con lupa las plataformas de campaña de los finalistas, sus nuevos spots, nuevos afiches, nuevos eslóganes y mítines.
El 7 de mayo, con el 66.10% de los sufragios, el llamado “anti-Trump francés” arrasó, se aseguró una victoria arrolladora en una jornada marcada por un abstencionismo récord, de casi 25%, y se erigió como el octavo presidente de la V República francesa, dicho sea de paso, el más joven de la historia del país.

 

Infografía: Juan Ángel Espinosa

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¿A quién beneficia?
Le da visibilidad a los partidos pequeños, sobre todo en la primera ronda, y antes de la segunda permite crear alianzas entre las formaciones ideológicamente cercanas. Con ello se intenta garantizar que el vencedor final represente a todas las doctrinas políticas existentes en el país. Las desventajas: los procesos electorales se vuelven largos y costosos. Además, gran parte del electorado opta en la segunda vuelta por el voto útil o el voto táctico.

 

 

Después de las presidenciales vienen las legislativas, que también se celebran cada 5 años, y también se realizan en dos tiempos (mientras que las regionales y municipales tienen lugar cada 6 años).

 
Y van 9 meses de campaña
Los próximos 11 y 18 de junio los franceses irán de nuevo a las urnas, en esta ocasión para elegir a los 577 diputados que conforman la Asamblea Nacional, o la Cámara baja del Parlamento.

 
En cada una de las 577 circunscripciones en que se divide el país se presentan diversos candidatos. Una circunscripción equivale a 125 mil habitantes. Por cada una saldrá un diputado.

 
Si ningún aspirante consigue la mayoría absoluta, brincan a la segunda vuelta los postulantes con más del 12.5% de los votos.
Los sondeos apuntan a que el partido del presidente Emmanuel Macron, La República en Marcha, logrará la mayoría absoluta en las legislativas, en otras palabras, ganará al menos 290 escaños de la Asamblea Nacional. Esto le allanará el camino al nuevo jefe de Estado para gobernar cómodamente y poner en obra su ambicioso proyecto europeísta liberal.

 

 

Francia suma así más de 9 meses de campaña electoral casi continua, eso sí, salpicada de sorpresas, rumores, golpes bajos y todo tipo de novedades. La guerra política lo domina todo desde finales del pasado agosto, acapara los espacios mediáticos, se vuelve tema estrella de las conversaciones formales y callejeras, bueno, y hasta motivo de separaciones matrimoniales.