Perplejos se quedaron los clientes de los bancos comerciales que tienen préstamos personales, tarjetas de crédito, financiamiento hipotecario, crédito para auto y otros tantos productos por los que les cobran intereses de usura, cuando escucharon al presidente saliente de los banqueros, Luis Robles Miaja, decir que las familias mexicanas están “subendeudadas”, lo que no es bueno para nadie, mucho menos para las instituciones que el año pasado reportaron 107 mil millones de pesos de utilidades netas.

 

Según Robles, las susodichas familias están “subendeudadas” porque en 2016 nada más destinaron 4.3% de su ingreso para pagar deudas, mientras que en 2000 el nivel fue de 10%, documentó. O lo que es lo mismo, vamos como los cangrejos, pensaría cualquiera.

 

Nada más le faltó decir al banquero que por eso estamos “jodidos”, que no progresamos porque no pedimos dinero prestado, y que si las familias mexicanas -que a veces no tienen ni para comer- siguen con esa estrategia, “no van a salir de perico perro”.

 

¿De modo, pues, que la verdadera felicidad está en sobreendeudarse; comprarse casa, auto, computadora, pantallas de televisión, lavadoras (no las que sugirió Vicente Fox, claro)… en fin, hasta lo que no haga falta?, preguntan las amas de casa.

 

Pues miren, señoras y señores, jóvenes y niños… ya no guarden su dinero bajo el colchón, tampoco lo inviertan en el banco porque los rendimientos que otorga son miserables; no guarden el importe de la tanda para pagar las colegiaturas o celebrar la fiesta de XV años… mejor gasten todo su sueldo en comprarse lo que les venga en gana… y cuando ya no tengan ni en “qué caerse muertos”, acudan a su banco para que les preste una lana en cómodas mensualidades y con intereses de usura, perdón, baratos, pareció responderles Robles Miaja. Tan baratos que en la mayoría de los casos hay que pagar arriba de 60-70% anual, acotan los analistas.

 

Moraleja de los banqueros: una familia que no se endeuda nunca va a crecer… más que en el número de hijos.

 

 

AGENDA PREVIA

 

Hace unos días, el director general de Pemex, José Antonio González Anaya, declaró que desconoce quién o quienes integran la banda de ordeñadores de ductos de la nueva empresa productiva del estado. Dicen los que saben que “il capo di tutti capi” de los llamados “huachicoleros” que operan en diversos puntos del país es nada menos que “Carlangas”. Informes oficiales señalan que de 2012 a 2016, el valor de esa actividad se acercó a los 100 mil millones de pesos. En ese lapso, aquéllos han ordeñado 5.5 millones de litros de combustible y la Procuraduría General de la República ha presentado miles de denuncias por las tomas clandestinas. Líderes petroleros de diferentes secciones, desde Tamaulipas hasta la Ciudad de México, pasando por Tabasco, Veracruz, Guanajuato, Hidalgo, Puebla y Estado de México son socios de don “Carlangas”, al igual que algunos funcionarios de los gobiernos estatales y municipales donde se practica la ordeña, afirman quienes dicen que saben. ¿Y qué se puede hacer para acabar con ese flagelo?, preguntan los ingenuos.

 

¡Cómo que se va sin rendir cuentas el presidente del Tribunal de Justicia de la Ciudad de México, Edgar Elías Azar!, exclaman los observadores. ¿Y los 100 millones de pesos que mal invirtió en Ficrea?, preguntan. Él mismo prometió que los iba a recuperar, pero hasta la fecha nadie sabe; nadie supo si la lana regresó a las arcas del tribunal. Pues precisamente por ése y por otros asuntos igual de tenebrosos le van a dar un salvoconducto diplomático, dice los sospechosistas.