BRASILIA. Enfundada en un traje blanco y con rostro de cansancio, Rousseff compareció ante la prensa horas después de que el Senado decidiera, tras una sesión maratoniana que duró más de 20 horas, abrir un juicio político con miras a su destitución.

 

Arropada por quienes fueron sus ministros y colaboradores, Rousseff hizo un pronunciamiento en el Palacio presidencial de Planalto tras ser notificada de su suspensión y aseguró que sufre “la mayor de las brutalidades que se puede cometer contra un ser humano: castigarlo por un crimen que no cometió“.

 

Rousseff hizo un emocionado discurso pero supo mantener el temple para volver a denunciar lo que en su opinión es un “golpe”, frente al cual pidió a sus partidarios que se mantengan “movilizados, unidos y en paz”, porque “la lucha por la democracia no tiene una fecha para acabar”.

 

La mandataria, ya suspendida de su cargo durante los tres meses que puede durar el juicio político abierto por el Senado, evitó la condición de “suspendida” y dijo que se dirigía al país en condición de “presidenta electa” por los 54 millones de votos que recibió en los comicios de 2014, cuando fue reelegida para el segundo período interrumpido.

 

Afirmó que “lo que está en juego ahora” no es su mandato, sino “el respeto a las urnas, a la voluntad soberana del pueblo y la Constitución”.

 

Tal como ha hecho en los últimos meses, negó las acusaciones en su contra, fundamentadas en unas maniobras fiscales irregulares en que incurrió el gobierno en 2014 y 2015, y aseguró que cuando se acusa a un gobernante sin pruebas, “en el mundo democrático se lo llama golpe”.

 

Citó “el dolor invisible de la tortura” que sufrió en su juventud en las cárceles de la dictadura, y el dolor de un cáncer que le fue detectado en 2009. “He soportado dolores espantosos. Conseguí vencerlos siempre pero lo que más me ha dolido es la traición y la injusticia que ahora padezco” declaró con la voz a punto de quebrarse.

 

Flores, globos, abrazos y besos de los militantes despidieron a Rousseff, que se trasladó a la residencia presidencial de la Alvorada, donde ya ha anunciado que se atrincherará para reivindicar su inocencia y luchar por recuperar la Presidencia que desde ayer , interinamente, ocupa su antiguo aliado Michel Temer.

 

Por su parte, el del Partido de los Trabajadores (PT), que llevó las riendas de la séptima economía del mundo durante los últimos trece años, ya empezó a hacer campaña electoral, anunciando que ofrecerá una oposición “dura”. “La remoción de Dilma no fue un movimiento democrático. Temer no tiene legitimación democrática alguna”, declaró el PT de cara a los medios.

 

En busca de apoyos

 

El primer desafío de Temer será el de garantizar una coalición política estable para aprobar reformas económicas en el Congreso Nacional. Brasil está en recesión y la economía cayó 3.8% en 2015.