Sí, la magia de la transformación sucede y cuando menos lo esperamos, cuando las cosas están listas para darse. Hace unos días, una muy querida amiga, con quien he tenido experiencias de crecimiento intensas y profundas, platicaba conmigo sobre cómo se dan esos procesos de transformación interior y de los tiempos en que estos cambios se dan.

 

columna monicaCoincidíamos en que, generalmente, no son cuando nosotros queremos o planeamos que estos sean, sino justo cuando tienen que ser, y al respecto ella me mencionó un dicho Zen que, de alguna manera, ha regido su vida y que hoy quiero compartir aquí: “No intentes empujar el río, que el río fluye solo”, y esto viene a colación porque casi todos queremos que las cosas se den justo cuando nosotros decidimos, pero la realidad y la experiencia de la vida nos dicen otra cosa, que sin importar que uno crea que hoy o mañana es el momento en que necesitamos lograr algo o dar algún paso que sea transformador en nuestra vida, si nosotros no estamos listos, ni las condiciones adecuadas para que lo demos, la transformación o el cambio simplemente no se da, aun cuando nosotros pensemos que ponemos todo para que así sea. En realidad, el cambio surge sólo cuando el conjunto de condiciones están alineadas para que así sea, es decir, cuando todos los factores participantes se conjugan para que suceda.

 

Es así como lo he experimentado en mi trabajo de autoconocimiento y crecimiento interior y me he dado cuenta que hay que fluir en el proceso, y que no sólo es que yo crea o quiera que se dé el cambio, ya que influyen una infinidad de factores que van más allá y que no despenden sólo de mi deseo. Hay que trabajar con nuestra mente, con nuestras emociones, liberar los miedos, aceptarlos para crear condiciones adecuadas en nosotros para lograr la transformación, soltar el control y confiar en que las cosas se dan en el momento ideal para ello, ni antes ni después. Hay que estar preparando el campo para que los cambios surjan. Es sólo cuando las condiciones adecuadas están dadas que se da el “salto cuántico” (así lo llaman algunos), el cambio transformador que hace que el trabajo intenso y a veces doloroso del autoconocimiento y sanación valga la pena. Definitivamente, no son caminos fáciles, pero los regalos que vamos obteniendo a lo largo del camino no tienen precio. Emprender el camino hacia dentro de nosotros es una decisión personal que sólo depende de nosotros, pero las transformaciones se dan justo cuando se tienen que dar, cuando estamos listos, cuando las condiciones son las adecuadas para que los entendamos y procesemos, ni antes ni después.

 

Es ahí donde entra el trabajo de conciencia, el cual es un trabajo profundo. Tener altas expectativas respecto a obtener resultados rápidos o determinados puede ser muy frustrante y doloroso. Es mejor aprender a fluir, aceptar y relajar, aunque eso lo vas aprendiendo en el camino. Sin embargo, bien vale la pena entrarle porque cargamos menos, y se vive más ligero y más conectado con la vida.