BRASILIA. La ruptura anunciada pudo haberle generado a la mandataria, Dilma Rousseff, la sensación de haber estado “durmiendo con el enemigo”, en momentos en que enfrenta la amenaza de un posible juicio político.

 

El desembarque del PMDB, la fuerza política más importante del país y más rancia expresión del pensamiento conservador brasileño, es también una ruptura con el socialista Partido de los Trabajadores (PT), en el poder desde 2003 y uno de sus mayores antagonistas históricos en el plano ideológico.

 

“A partir de hoy, en esta reunión histórica del PMDB, el PMDB se retira de la base del gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y nadie en el país está autorizado a ejercer cualquier cargo federal en nombre del PMDB”, proclamó el senador y vicepresidente del partido, Romero Jucá, que presidió una reunión de menos de tres minutos en el Congreso en Brasilia, en medio de aplausos y de gritos de “¡Brasil presente, Temer presidente!”, en referencia al vicepresidente Michel Temer, favorable a la ruptura.

 

El malestar del PMDB con Rousseff comenzó a aflorar hace un año, cuando el gobierno fue objeto de multitudinarias manifestaciones contra la corrupción y el descalabro de la economía.

 

En marzo del año pasado, el vicepresidente Michel Temer apareció en un espacio del PMDB en la televisión con duras críticas al gobierno, dijo que la sociedad tenía razones para ese malestar y alertó de que su partido “siempre, en las circunstancias más difíciles, elegirá apoyar a Brasil”.

 

En una nueva propaganda, difundida en septiembre pasado, cuando el posible juicio político contra Rousseff comenzaba a cobrar fuerza en el Congreso, el PMDB volvió con sus críticas, aludió a “un nudo que no se deshace” y se asoció a la “angustia de la sociedad”.

 

Pero también dejó un mensaje intrigante, al señalar que era “hora de dejar el ‘estrellismo’ de lado” y “reunificar los sueños”, porque “Brasil quiere cambiar, Brasil debe cambiar y Brasil va a cambiar” sin que lo “guíe una estrella”, en clara alusión al símbolo del PT.

 

En diciembre, si aún sobraban dudas sobre la tensa relación, una explosiva carta pública de Temer puso los puntos sobre las íes.

 

Sostuvo que “siempre” fue tratado por Rousseff como un objeto “decorativo” y que el PMDB fue para el gobierno un “mero accesorio, secundario y subsidiario”.

 

El último párrafo de esa carta fue para muchos el inicio de la ruptura que finalmente se concretó ayer: “Sé que usted no tiene confianza en mí ni en el PMDB hoy y que no la tendrá mañana. Lo lamento, pero esa es mi convicción”, sentenció Temer, primero en la línea sucesoria en caso de una destitución de Rousseff.