Si piensas que la crítica de las religiones es la expresión de un racismo;

 

Si piensas que Islam es el nombre de un pueblo;

 

Si piensas que se puede reír de todo menos de lo que es sagrado para ti;

 

Si piensas que hacer condenar a los blasfemos te abrirá las puertas del paraíso;

 

Si piensas que el humor es incompatible con el Islam;

 

Si piensas que un dibujo es más peligroso que un dron estadunidense;

 

Si piensas que los musulmanes son incapaces de comprender el segundo grado (de primaria);

 

Si piensas que los ateos de izquierda le hacen el juego a los fachos y a los xenófobos;

 

Si piensas que toda persona nacida de padres musulmanes no puede ser más que musulmana;

 

Si piensas saber cuántos musulmanes hay en Francia;

 

Si piensas que es esencial clasificar a los ciudadanos según su religión;

 

Si piensas que popularizar el concepto de islamofobia es la mejor manera de defender el Islam;

 

Si piensas que defender el Islam es la mejor manera de defender a los musulmanes;

 

Si piensas que está escrito en el Corán que está prohibido dibujar al profeta Mahoma;

 

Si piensas que caricaturizar a un yihadista en una postura ridícula es un insulto hecho al Islam;

 

Si piensas que los fachos atacan sobre todo al Islam cuando tienen por blanco a un árabe;

 

Si piensas que cada comunidad debería tener una asociación antirracista específica;

 

Si piensas que la islamofobia es la otra cara del antisemitismo;

 

Si piensas que los sionistas que dirigen el mundo le han pagado a un negro para escribir este libro (Carta a los estafadores de la islamofobia que le hacen juego a los racistas, editorial Paidós, 2015);

 

Entonces, buena lectura, porque esta carta fue escrita para ti.

 

Lo anterior, una especie de decálogo sobre la razón de ser del semanario Charlie Hebdo, lo escribió Charb, su director, tres días antes de que un comando terrorista ingresara a sus oficinas en París para matarlo a él y a varios de sus compañeros de equipo.

 
Un año después del ataque, Francia continúa embrollada: el presidente François Hollande se ha convertido en una especie de viñeta de Charb. Ha sido el presidente el que está llevando a su partido, el socialista, a un proceso súbito de destrucción. Su agenda de seguridad se la dicta el ultraderechista Frente Nacional y su liderazgo se lo gestiona Manuel Valls, su primer ministro. Por si fuera poco, la política económica de Macron, su ministro financiero, es la misma que la del partido Republicano de Sarkozy. ¿En qué se ha convertido François Hollande? En una especie de gobierno outsourcing.

 

Un año después del ataque a Charb, Hollande ha suspendido de manera excepcional el tratado de Schengen, el alma de la Unión Europea, que incentiva la libre circulación. La excepcionalidad terminará cuando desaparezca el Estado Islámico o la estigmatización del musulmán. O quizá Hollande está esperando que un comité de dogmáticos religiosos pida la suscripción anual de Charlie Hebdo.

 

El Frente Nacional de Marine Le Pen no pierde aunque su partido caiga frente a la sumatoria aliancista de socialistas y republicanos. Hollande piensa que sí. Que el Frente Nacional nunca ganará unas elecciones presidenciales. Error. Reventar a la Unión Europea como parece indicar el proceso de descomposición en el que se encuentra, ayudará a liberar a fuerzas nacionalistas en toda Europa. Ya está sucediendo en la Hungría del primer ministro Viktor Orbán. O en la Polonia de Jaroslaw Kaczynski. Qué decir Geert Wilders en los Países Bajos. Y de los partidos: Vlaams Blok belga, Libertad en Austria, Los Demócratas de Suecia, los Verdaderos Finlandeses y el Partido Popular Danés.

 

Siempre es recordable el cuento “Casa tomada” de Julio Cortázar. Hollande se confía de que el Frente Nacional nunca llegará a la presidencia con la excepción del día en que Marine Le Pen llegue al Palais de l’Élysée… la casa presidencial.