GARAPULLO. Después de cuatro años y por primera vez desde que comenzó la guerra, en Garabulli se celebró un minicampeonato de fútbol entre equipos de varias ciudades. Mientras tanto, y no muy lejos de aquí, el Estado Islámico va avanzando.

 

El día amanece soleado en Garabulli, una pequeña ciudad costera situada a 60 kilómetros al este de Trípoli. Es un día perfecto para jugar al fútbol. Desde primera hora de la tarde una multitud de aficionados se reúne cerca de la cancha del Negiom al-Mahala Sport and Cultural Social Club, el único centro deportivo de la ciudad con cerca de 100 mil habitantes, para buscar un lugar en los muros o en los techos de los edificios circundantes.

 

Cuando el árbitro pita el inicio del partido un escalofrío casi imperceptible recorre las improvisadas gradas. Este no es un partido como los demás porque este no es un país como los demás. En Libia nada es como antes de la guerra civil que estalló después del asesinato del amo y señor Gadafi, en octubre de 2011. Ni siquiera el fútbol.

 

De hecho, hace cuatro años que la Liga de Libia está parada (con algún intento de recuperación en 2013-2014), y este es el primer partido de un torneo oficial patrocinado durante la guerra. “Hoy es un gran día para los aficionados del deporte y de la paz en Libia”. Ali Eisaed no puede esconder la satisfacción por lo que para él y sus compatriotas es una meta a perseguir: volver a jugar al fútbol en su país.

 

Dando vueltas como un trompo entre el bar y el campo de fútbol, el presidente del centro deportivo de Garabulli no para de dar la bienvenida a los amigos, aficionados y viejas glorias del equipo visitante en este día tan especial.

 

Ali Eisaed es uno de los impulsores del torneo Friendship Football Championship. El campeonato, que tendrá una duración de poco más de un mes, comenzó el 8 de noviembre con el partido Garabulli-Zlitan (2-1), y cuenta con la participación de 12 delegaciones de diferentes ciudades y categorías (primera, segunda y tercera división) del campeonato de Libia.

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Un reencuentro entre entrenadores, aficionados y jugadores que se habían perdido la pista por culpa de una guerra fratricida que lo ha dividido a todo y a todos. “Con este torneo queremos volver a juntar a personas a quienes la política había separado. Esperamos llegar con el fútbol ahí donde la política ha fracasado”.

 

Realmente Ali cree en ello, y subraya: “A pesar de las dificultades económicas que sufre nuestro gobierno, el torneo lo ha patrocinado el Ministerio de Deportes y Juventud”. Detalle que puede apreciarse en pancartas y banderas con los colores de la nueva Libia que decoran el evento.

 

Mientras habla no aparta la vista del campo, donde las palabras han dejado paso al fútbol. Por un error del portero del Garabulli, el equipo visitante se ha adelantado en el marcador hacia la mitad del primer tiempo.

 

El primer gol del torneo, por lo tanto, es amargo para los locales, que, de todas maneras, no se desaniman, reaccionan y empatan rápidamente tras cobrar una falta, antes de anotar el gol decisivo en la segunda mitad.

 

Desde que la intervención internacional depuso al dictador Gadafi, Libia está sumida en una profunda crisis socio-política de la que parece que no consigue salir.

 

Con el vacío de poder que dejó el fin de un régimen de 42 años se formaron decenas de milicias armadas dirigidas por diversos señores de la guerra.

 

 

Un país, dos gobiernos

 

Ahora el país está dividido en dos gobiernos, en dos regiones (Cirenaica y Tripolitania, en el este y el oeste del país, respectivamente), y, en la práctica, en dos naciones.

 

La comunidad internacional reconoce oficialmente el gobierno de Tobruk (Cirenaica), votado en las urnas en 2014 a expensas del Congreso de Trípoli (elegido en julio de 2012), dirigido por una coalición islamista.

 

Hace meses que internacionalmente se intenta mediar entre las partes para negociar un gobierno de unidad nacional que sea capaz de enfrentarse a la amenaza cada vez más cercana del Estado Islámico.

 

Los hombres del califa Al-Baghdadi, que se calcula son más de tres mil en Libia y que están divididos bajo distintas siglas del yihadismo local, están ganando terreno y desde las ciudades de Sirte, Derna y Sabrata amenazan a Ajdabiya, el principal centro petrolero del país, cosa que preocupa mucho en Occidente.

 

Parece que las últimas negociaciones por la paz en Libia, auspiciadas por la ONU y la UE y organizadas en Gammarth, en la vecina Túnez, han vuelto a fracasar. La OTAN, por su parte, tiene en mente otra intervención armada, que considera necesaria para detener el avance del Estado Islámico.

 

Ardua tarea, erigir sobre ruinas de la política

 

Reconstruir el fútbol libio sobre las ruinas de la política es una tarea difícil. Lo sabe mejor que nadie el presidente del Garabulli, que, no obstante, no quiere darse por vencido. “Sabemos que es difícil que el campeonato vuelva pronto, pero seguimos esperando que vuelva la normalidad”.

 

Las dificultades cotidianas de vivir un conflicto que se arrastra desde hace años se mezclan y se confunden con las deportivas, un espejo de la realidad. “Aquí no tenemos hombres de negocios que estén interesados en los clubes de fútbol y que los financien, como pasa en Occidente. El fútbol de Libia depende de la financiación pública, y por eso hace cuatro años que estamos así”, manifiesta el dirigente deportivo.

 

Para entender que hoy en Libia el Estado no existe, basta salir del centro deportivo de Garabulli después del partido y dirigirse hacia la capital, Trípoli. A pocas calles de distancia del campo de fútbol la milicia de Misurata, que aquí dicta la ley a pesar de estar a más de 150 kilómetros de su base principal, ha montado una barricada.

 

Chicos de la misma edad que los que animaban poco antes en el partido, con Kalashnikovs en los brazos, miran fijamente a cualquiera que se atreva a levantar la vista.

 

Con camisetas del Barcelona o del Manchester United y pantalones militares algunas tallas más grandes, detienen a los coches que pasan y les piden los documentos. En la Libia post-Gadafi no hay ni policía ni ejército y muchos ciudadanos van armados.

 

En Trípoli un mercadillo de una de las principales calles que antes vendía zapatillas deportivas ahora expone rifles y pistolas automáticas. En Garabulli, sin embargo, lo que más importa hoy es la victoria en el partido inaugural del primer torneo de fútbol desde que comenzó la guerra.