Con su llegada a México, Essa Hassan de 26 años terminó una travesía de un año que lo llevó a huir de su país natal, Siria, hacia Turquía, Italia y finalmente la ciudad de Aguascalientes, donde estudiará Ingeniería Social, con la esperanza de que la guerra termine para poder regresar con su familia y amigos.

 

Acorralado por el gobierno sirio, Essa no tuvo más opción que huir. “No quiero ser parte de esta guerra”, dijo.

 

La mañana del martes llegó a México el primer joven sirio que vivirá y estudiará entre el país, como parte del  Proyecto Habesha, una iniciativa ciudadana para traer a jóvenes de ese país a que terminen sus carreras profesionales y puedan continuar con sus proyectos de vida, los cuales se han visto interrumpidos por la guerra civil que empezó en su país en 2011.

 

“Si vives en Siria en estos tiempos, especialmente para un hombre joven como yo que estudia en la Universidad, tienes que hacer tu servicio militar. Regularmente si te quedas, tendrás que formar parte de la guerra con uno u otro de los bandos. Yo estoy participando en este proyecto porque estoy en contra de la guerra, quiero la paz y la reconstrucción de mi país”, mencionó.

 

De acuerdo con Luis Antonio Sámano, vocero del proyecto, aún está en puerta la llegada de tres jóvenes más: Abdul-Qader Saleh Mohammed y Jessica Alakhras, de 22 y 19 años respectivamente, y uno más cuyo nombre aún no ha sido anunciado. Ellos aún se encuentran realizando los trámites correspondientes (como la visa) para poder venir a México.

 

Todos tendrán una visa de estudiantes, lo que quiere decir que el gobierno mexicano les permitirá quedarse hasta que terminen sus respectivas carreras. Habesha les conseguirá una escuela donde estudien, una beca para sufragar sus gastos y una familia mexicana que los hospede como uno más de sus hijos mientras aprenden el idioma y se conviertan en profesionistas.

 

Esperanza

 

Por lo pronto, Essa Hassan (cuyo nombre se pronuncia “Isa Jasán”) concentra sus esperanzas en que sus connacionales puedan llegar pronto a México, pues sabe que Abdul-Qader vive en un campo de refugiados y Jessica no ha podido salir de Siria, por lo que convive diariamente con la guerra y el dolor que esta ha traído.

 

Después de agradecer el esfuerzo de las personas que hicieron posible su viaje a México, el joven de 26 años reconoció con tristeza que la guerra siria (que inició para derrocar al regimen del presidente Bashar al-Assad) no terminará por voluntad de ninguno de los dos bandos: ni el gubernamental ni los rebeldes, por lo que pidió la asistencia de la comunidad internacional para que ayude a su país.

 

“Me fui porque estoy en contra de la guerra. Quiero regresar a mi país, es mi lugar, mi gente, mis amigos, mi lengua, estoy consciente. Quiero regresar, pero no será una opción hasta que yo tenga la opción de no ser parte de la guerra. Si voy a tener que ser parte de la guerra, no regresaré”, mencionó.

 

“Anhelo y tengo la esperanza de que la guerra terminará pronto, pero es algo que ya no está en las manos del pueblo, de la gente; es un asunto político y creo que la comunidad internacional debe hacer algo para detener la guerra, de otra manera la guerra seguirá”.

 

Sueños truncados

 

Proyecto Habesha es una iniciativa ciudadana que se ha ido construyendo desde hace dos años, platicó Luis Antonio Sámano, vocero del proyecto. Pretende traer a 30 jóvenes sirios para que estudien en universidades mexicanas de Aguascalientes, Guanajuato, Puebla, Jalisco y Querétaro; pagarles sus traslados y darles un apoyo mensual para que vivan en México.

 

Sin embargo, precisamente como está fondeado con recursos de particulares su éxito y el tiempo en que logre concretarse dependerá del dinero que recaude; de acuerdo con Luis Antonio Sámano, se espera que en el transcurso de un mes se hará posible traer a México a tres jóvenes más.

 

Ellos fueron seleccionados considerando su historial académico, de acuerdo con la información que organismos internacionales remitieron a México a través del Proyecto Habesha.

 

Jackdar

 

Abdul-Qader tiene 24 años y pertenece a la etnia de los kurdos, nació en la capital siria de Damasco. La guerra empezó cuando Jackdar (su nombre en lengua kurda) inició la carrera de Economía en la Universidad de Damasco.

 

Al principio, lamenta en su perfil de la página web del proyecto Habesha, los sirios pensaban que el conflicto sería breve pero el temor de ser alcanzados por las balas o los misiles, los atentados y los ataques contra la población civil se fueron volviendo más cotidianos y les demostraron que la guerra no acabaría pronto.

 

Perseguida por la desolación y la pobreza, la familia de Jackdar fue desplazándose por diferentes provincias sirias hasta que el Ejército requirió la presencia del joven -el único hijo varón que quedaba en casa- para incorporarse a sus filas. Su madre se negó y decidió que todos huyeran pues tarde o temprano el Ejército de Liberación Siria (de los rebeldes) o el del gobierno del presidente Bashar Al-Assad reclamarían a su hijo.

 

“Mi meta es ayudar a reconstruir mi país. Cuando la guerra llegue a su fin regresaré a mi país. Si consigo recursos, ayudaré a la gente desfavorecida; destinaré los recursos para mi familia. Mi país es mi familia”, dijo en entrevista con el proyecto Habesha.

 

Jessica

 

Jessica Alakhras sonríe a bordo de su bicicleta. En la fotografía de la página web de Proyecto Habesha se ve feliz, sus hermosos rasgos de mujer árabe transmiten confianza ¿por qué no, si tiene 19 años y muchos sueños?.

 

Incluso después de que comenzó la guerra siria, el común denominador en la vida de  Jessica  ha sido la excelencia tanto así que terminó el bachillerato con uno de los mejores promedios de su país y después ingresó a la Universidad de Damasco; incluso viajó al Líbano para dar clases de música a niños pobres.

 

Cuando comenzó el conflicto ella, sus padres y su hermano de 23 años no interrumpieron sus actividades cotidianas y los jóvenes incluso continuaron yendo a la escuela.

 

Todo iba relativamente normal, hasta que los bombardeos se hicieron cosa habitual en la zona habitada de Damasco, luego los alrededores de la Universidad se convirtieron en zona de combate y el gobierno confiscó los autobuses de transporte público para llevar y traer soldados. Muchos de sus maestros huyeron del país y no hubo quien los reemplazara.

 

En su familia las cosas también cambiaron: los cortes de energía eléctrica son comunes y sólo pueden acceder al servicio quienes tienen una planta generadora en casa (la suya es de las pocas que sí), también escasea el gas y los servicios de calefacción. Recientemente su hermano se quedó sin trabajo y a su padre le redujeron el salario. La familia se las arregla como puede, pero al menos “pasan más tiempo juntos”, se consuela.