Al final de Ken Park (2002) uno de los personajes le pregunta al otro: “Aren’t you glad your mother didn’t abort you?” El personaje interrogado —los espectadores lo sabemos desde un inicio— ha decidido suicidarse. Hace mutis. El silencio es contundente: alude a un menosprecio a la vida, pero sobre todo sintetiza la filosofía de toda una generación. Para los adolescentes del «no future», para la generación X, solamente existe un modus vivendi: la entrega incondicional e inequívoca al hedonismo más rudimentario.

 

Todos los adolescentes trazados por Harmony Korine —que fungió como guionista en Ken Park yKids (1995)— conciben el placer como trinchera: los jóvenes bajo la cosmovisión korinesca no viven, sobreviven a la vida, específicamente a la sociedad, y sobretodo: a pesar de ella.

 

Claude, uno de los personajes principales de Ken Park habla sobre un libro, La isla del placer. Según sus palabra es “un lugar donde los habitantes se entregan al sexo sin ningún tipo de compromiso, incluso, han logrado suprimir los nacimientos, cogen unas quince o dieciséis veces por día”. El joven lo dice convencidamente, su público —un hombre y una mujer— escuchan con anhelo. Los tres acaban de formar parte de un trío, pero hablan de tener más sexo y después, lo mismo.

 

Este ‘errante’ comportamiento juvenil es la pesadilla del sueño americano pero también, consecuencia de éste. Si en Ken Park atestiguamos la decadencia del american way of life en los suburbios (el tedio, el materialismo), en Kids, el comportamiento de los jóvenes neoyorkinos —aunque éstos se aferran también al sexo y a las drogas, huyendo de la sociedad—parece supeditado a la época, los noventas, y no a la idiosincrasia o normas norteamericanas. En todo caso, y sin importar las razones, los patrones son los mismos: los adolescentes desconfían del mundo adulto, no sueñan.

 

No existe otro mundo para ellos más que el de la inmediatez: el placer efímero. Drogarse como si no hubiera mañana, cogerse como si no hubiera mañana. Las consecuencias no importan. No existen. La anécdota en Kids es mínima. Las acciones transcurren a lo largo de un día: Telly (un joven desvergonzado) pasa su tiempo arrebatándole la virginidad a niñas. Dice que es su modo de inmortalizarse. Paralelamente se nos introduce a Jenny, una jovencita que acaba de dar positivo en una prueba de VIH. Jenny y Telly se acostaron una vez sin protección. Jenny busca a Telly para informarle sobre el estado de ambos. El contexto es fundamental: el Nueva York de los noventas, azotado por la epidemia del SIDA, por el pandillaje, las drogas, pero sobre todo: la indiferencia.

 

Telly y sus amigos se drogan, cogen de manera promiscua y roban para seguir drogándose. No hay espacio para la mesura, los excesos y la autodestrucción, son parte fundamental del nihilismo que impregna en la ciudad, y podemos decir, en toda una generación. Korine nos lo recuerda y cierra la película (otra vez) con otra línea contundente y sintética: “Jesus Christ, what happened?” Kaspar, amigo de Telly, despierta de un blackout, acaba de violar a una chica pero no lo sabe. Ausentarse parece ser la única certeza posible para estos “niños” en un mundo que parece haberles dado la espalda. Son el escupitajo fallido de otra generación, los baby boomers.

 

Larry Clark y Korine no escatiman en mostrar el slang en toda su expresividad ni las descripciones detalladas de sexo adolescente. Muchos autores rehuyen de la sordidez, pero Clark y Korine centran su obra ahí, en lo explícito. No le temen a la miseria, al contrario, la reafirman constantemente a manera de provocación. El uso de no actores y una estética cercana a la del cineverité, dotaron a la película de un realismo que para muchos resultó insoportable.

 

La visión radical derivó en escándalo. Las acusaciones contra la película fueron bastas, tanto de grupos religiosos, como del medio cinematográfico. Incluso, hay quien calificó a Larry Clark de pornográfo, de pedófilo incitador. Con Harmony Korine fueron mucho más condescendientes, después de todo, sólo tenía diecinueve años y un rostro infantil. Lo invitaron con David Letterman sin tomarle muy en serio, pero el éxito de la película fue tal que contribuyó para la realización de su ópera prima, ésta con una visión mucho más extremista y alegórica: Gummo (1997).

 

En el pequeño pueblo de Xenia, Ohio, una serie de personajes peculiares coexisten. El narrador nos dice que el pueblo perderá todo: las casas se destruirán, los animales, algunas personas surcarán los aires. Lo que es lo mismo a todo lo anterior: el pueblo será arrasado en su totalidad. Pero, ¿qué se puede perder cuando no se tiene nada? Xenia, es la encarnación de la miseria humana, el punto más abyecto y enfermizo de la clase baja norteamericana. Los habitantes del pueblo pasan su tiempo cazando gatos, algunos maltratándolos, los ahogan, los golpean. Albinos, skinheads, satanistas, prostitutas con síndrome de down y pedófilos convergen en un poblado en indigencia y en una clara encrucijada moral.

 

Korine le da un tratamiento friki al film, algo perverso, pero elude cualquier vena linchadora o enjuiciadora. El director sabe que el horror tiene un tipo de belleza muy particular: la poética de la violencia. Cada personaje se observa con fascinación, de modo que se crea un pathos muy particular: los personajes podrán ser repulsivos y desenvolverse en la inmundicia, pero la mirada cariñosa con la que son vistos los hace entrañables en la mayoría de los casos. Seres naifs y desposeídos —si se quiere ver de manera simplista—, víctimas de su entorno: son el lumpen de una nación decadente.

 

La mirada es distópica, si se quiere, algo excesiva, pero sorprendentemente vigente y real, dejando a un lado la estética trash. Es una visión de la juventud desoladora, provocadora y con una claridad rara vez vista en el cine norteamericano, por lo general —aunque no siempre— autocomplaciente. Claro, como suele suceder con la mayoría de los autores exitosos, las películas que le siguieron aGummo —con la excepción de Julien Donkey Boy—bordearon la autoparodia.

 

Dicen que Korine ahora prepara un nuevo film . ¿Se trata de un regreso digno a su mejor cine?, Como dice Madonna en una de las mejores secuencias de Gummo: “life is a mistery”.