Fueron elecciones atípicas y a nadie le gustan así… Poco antes de las seis de la tarde los funcionarios de casillas instaladas en la zona centro del país miraban nerviosos su reloj. Prácticamente estaban solos. Los votantes no acudieron en tropel para tachar las boletas electorales en su partido preferido, en su candidato preferido o para anular.

En cuenta regresiva los responsables electorales ya querían terminar con aquello. A las seis en punto se miraron y como una exhalación cerraron las puertas. Seguía el recuento y el fin del jaleo.

Ya había concluido una de las fases más importantes: la de la votación; luego habría de seguir el recuento, los dimes y diretes, las acusaciones de unos a otros, la puesta en autoridad jurídica de muchos casos, anulaciones de casillas y el recuento de lo que se hizo o se dejó de hacer.

¿Hizo bien su trabajo el Instituto Nacional Electoral (INE)? No. O no tan bien como hubiera sido posible debido a sus compromisos derivados de su composición. Dejó hacer y dejó pasar en una guerra entre los 10 partidos registrados; sus alianzas y una confronta de éstos partidos con los ciudadanos, hartos ya de ellos, a no ser por compromisos y cercanías. El sistema de partidos en México demostró una de sus debilidades más graves: el sometimiento del árbitro electoral.

Aparte, las elecciones intermedias del domingo siete tienen varios significados: la prueba de la aprobación o no del gobierno de Enrique Peña Nieto y su partido (PRI); su Reforma Política a examen y la medición de fuerzas entre grupos disidentes –ya beligerantes– opuestos a que se llevaran a cabo las elecciones, en particular en Guerrero, Michoacán, Chiapas y Oaxaca, y la fuerza del Estado para operar el proceso de manera que no hubiera confrontación violenta y, por tanto, la necesidad de la anulación.

Ante las amenazas de boicot a las elecciones, y por violencia que se había acumulado a lo largo de las dos semanas anteriores, dos días antes del domingo siete, el presidente del Consejo General del INE, Lorenzo Córdova Vianello dijo que lo peor que podía ocurrir era militarizar las elecciones. Un día después el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong firmó él mismo un comunicado –caso excepcional-, para informar la salida de tropas del Ejército y la Marina para resguardar el proceso electoral: particularmente en Oaxaca…

Al gobernador Gabino Cué le cayó muy gorda esta decisión y se deslindó de ella. Por lo menos así lo hizo la noche del viernes entre sus cercanos a quienes instruyó “para que hablaran con Osorio Chong” de forma urgente. De todos modos las tropas estaban ahí en tono de seguridad nacional.

Los indicios eran de que la creciente beligerancia de los dirigentes de la CNTE y sus amenazas: se habían negado a aceptar propuestas de la secretaría de Gobernación días antes e hicieron nulo caso al mensaje presidencial de suspender por el momento los procesos de evaluación magisterial: cerraron gasolineras en zonas sensibles de la entidad y bloquearon instalaciones de Pemex…

Desde muy temprano, el domingo, miembros de la CNTE quemaron casillas y material electoral en diversos puntos de Oaxaca, en particular el Istmo (Juchitán, Tehuantepec, Ixhuatán…) y la Cuenca –Tuxtepec-. Casos hubo en la zona de los Valles centrales y así… Aquello que se suponía que sería un infierno de todos tan temido, terminó en que se instaló el 95% de las 4,505 casillas en la entidad; en 124 se reportó la suspensión definitiva de la votación, violencia, robo o destrucción de la documentación. Por la tarde había 88 detenidos –no todos por delitos electorales- y un muerto en san Miguel Chimalapa.

¿A quién convenía el boicot de las elecciones en Oaxaca? Entre otros a Gabino Cué, quien no quería verse en el espejo del desprecio ciudadano por su débil gobierno de engañoso colorido.

En Guerrero se dejaron de instalar 26 casillas en Tixtla por robo de material electoral, lo que podría impedir que se instalara ayuntamiento ahí. No obstante se instaló el 97.81 por ciento de las más de 4,600 casillas en la entidad. El recuerdo de los 43 muchachos pesó mucho en el proceso.

Al cierre de las casillas, la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales había recibido 331 denuncias: el DF encabezaba la lista con 91.

Vienen días difíciles. Habrá incidencias, ominosas actitudes, verdades y mentiras; judicialización de resultados, dolores y quebrantos. Quizá incremento de actos de violencia. Un gobierno débil usa la fuerza: no hace política.

Ya está. Las elecciones de este domingo siete fueron atípicas; nerviosas; violentas y francamente débiles en democracia. El INE cantó victoria de inmediato. Pero una cosa es instalar casillas y que funcionen, y otra muy lejana es que la gente acuda y que los electores elijan en mayoría: y eso también es responsabilidad del Instituto de lo electoral.

Si tan sólo fuera por el estado de ánimo de los mexicanos, el gobierno federal y los estatales no tendrían nada de qué presumir. Todo parece demostrar que la gente ya no tolera engaños, corrupción, abusos, dobleces, arrogancias, mentiras y gobiernos mal entendidos, mal averiguados o coludidos con el crimen organizado.

El estado del país no tiene contento a millones de mexicanos. Y ganar así, bajo toda sospecha de incapacidad, desconexión entre gobierno y ciudadanos y negación democrática habla de un país cuyos habitantes no están contentos y no quieren verse como hoy se ven… ¿qué sigue?… Eso: ¿qué sigue?… Los ganadores de la contienda: estrellas, estrellitas y asteroides tienen esa responsabilidad… ¿podrán con ella?