Como sin proponérselo, las cosas están cambiando en México. ¿Para bien? ¿Para mal? El de hoy no es el mismo de diciembre de 2012 y mucho menos el de 2013 y las reformas estructurales. Lo que ocurrió en Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014 fue la gota que derramó un vaso que está lleno. Hoy muchos expresan su coraje y su disposición a que México tome el camino de la democracia y la justicia, o… Ojalá no.

 

Pero mientras son peras o son manzanas, al momento se está creando una burbuja en torno a Ayotzinapa de tal modo que éste pasa a segundo plano mientras se dirimen temas que parecen salidos de las revistas de papel couché o de la nota roja de periódicos amarillistas.

 

A su regreso de un viaje insospechado, el 15 de noviembre el presidente Enrique Peña Nieto se mostró muy enojado, no tanto porque no se resolvía el tema de Ayotzinapa y los 43 estudiantes normalistas desaparecidos, ni porque el crimen organizado sigue organizándose y violentando a muchos estados de la República y ni siquiera porque la opinión pública mexicana se muestra al mismo tiempo indignada como exigente y ha salido a las calles de México y fuera del país para exigir justicia y cambios estructurales de fondo.

 

Y aunque en el discurso presidencial subyace todo esto, el tema central de EPN a su regreso fue el de que durante su ausencia se conoció que una casa blanca de muchos millones de dólares estaba siendo dispuesta para él y para su señora esposa. En principio se dijo que era de él, aunque…

normalistas_cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

 

Pronto su vocero, el señor Eduardo Sánchez salió a decir que la casa no era del presidente, sino de su esposa, la señora Angélica Rivera. El tema de la casa rebasó los espacios informativos y pronto se volvió un tema frontal. El que se hubiera mezclado a su esposa en esos dimes y diretes enojó al presidente de México y salió al quite de inmediato… Aclaró lo que se podía, aunque le cedió los trastos a su señora quien, a su vez, salió para aclarar situaciones…

 

Lo que todos hemos visto y comentado: “No tengo nada que ocultar” dijo en tono indignado la señora Rivera de Peña. Y dio detalles de la adquisición de la casa como de sus propiedades adicionales. La argumentación ha causado más revuelo aun que lo que se quería aclarar…

 

El presidente está enojado. Está bien. Tiene derecho a enojarse. Es humano. Y es su familia. También los familiares de los 43 muchachos están enojados. Y los de los miles de desaparecidos y los de miles de desempleados y los de miles de pobres mexicanos que fruta no vendían…

 

Esto, informativamente trasladó el tema central Ayotzinapa a dirimir verdad o mentira de lo dicho. De cualquier manera aún seguía creciendo el tema de Iguala y en de muchos estados del país, como de fuera, se reclama al gobierno mexicano la aparición de los muchachos y justicia…

 

Antes habían ocurrido expresiones violentas de enmascarados “anarquistas” que han operado violencia desde el primer día de la toma de posesión presidencial y que recientemente lo mismo intentaron quemar la puerta de Palacio Nacional de México como quemaron un Metrobús en C.U. y trataron de involucrarse en el tema de la intervención de la policía del DF en C.U…

 

El 18 de diciembre, al calor de la situación dijo que hay quienes quieren “atentar contra el proyecto de nación que hemos venido impulsando”. Y en el momento hizo tabla rasa de manifestantes y enmascarados. Lo que no cayó muy bien porque queda claro que, como dijera Güemes, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.

 

Lo último fue lo ocurrido la noche de la gran manifestación pacífica del 20 de noviembre en la que miles de mexicanos se expresaron por Ayotzinapa y reiteraron su exigencia de justicia. La libertad de expresión es un derecho intrínseco a la naturaleza humana y, por tanto, respetable siempre.

 

Todo esto ha servido para que el presidente de México endurezca su discurso y diga que “agotará el diálogo para evitar el uso de la fuerza para restablecer el orden, pero aclaró que el Estado está legítimamente facultado para hacer uso de ésta”. Lo dijo a poco de regresar de su viaje por el mundo de la economía y la política internacional, según justificó  por las críticas de muchos por salir del país en momentos de alta concentración política aquí.

 

Luego ocurrió la noche del 20 de noviembre cuando los enmascarados esperaron a que la mayoría de los manifestantes comenzaran a retirarse del Zócalo para agredir a la fuerza pública. Hay once detenidos que fueron trasladados a penales de seguridad mientras se les sigue investigación por presunción de delitos como ‘tentativa de homicidio y motín’. La suspicacia pública permanente es que a “anarquistas” se les ha dejado hacer, se les detiene y enseguida se les deja libres.

 

De inmediato el presidente insistió en que la libertad de expresión en México no debe ser secuestrada y que no se permitirán actos vandálicos en marchas y de nuevo: “Es obligación del Estado mexicano en su conjunto asegurar que las manifestaciones ciudadanos no sean secuestradas por quienes actúan con violencia y vandalismo”.

 

De tal forma, todo esto casi anula el tema central informativo: la exigencia de justicia y el encuentro de los muchachos de Ayotzinapa. Un tema de Estado, ciertamente.

 

El presidente de México tiene una oportunidad histórica. O seguir la línea autoritaria y enfrentar a un país indignado o convertirse en un hombre de Estado que cambia su discurso seco y frío por un gobierno que se vuelque en favor de la justicia social, la justicia, en contra de la corrupción y hacia la democracia consolidada… y más.

 

Está en su posibilidad de trabajar con los gobernados y por los gobernados y no de frente a ellos y contra ellos. Es su gran oportunidad histórica.