Ciudad Costera ubicada al sur de la entidad veracruzana que conjuga, historia, tradición y modernidad será un lugar que complementará la ritual de una competencia deportiva con mucha historia.

 

En Coatzacoalcos predomina el olor a mar y eso seguramente despierta el apetito, existen múltiples y variados restaurantes que ofertan pescados y mariscos  preparados de diversas formas; tradicionales, cocina de autor y nouvelle cuisine.

 

En cuanto a alojamiento, esta ciudad cuenta con una oferta variada de hoteles, que brindan confort y el espacio necesario para un buen descanso y consentirse ante el majestuoso mar veracruzano.

 

El paseo por el malecón es una visita obligada, que te obsequia muchos lugares que visitar, como el paseo de las escolleras, la casa de la cultura, la plaza de la bandera, la pirámide museo arqueológico, la plaza de la armada o la plaza de las culturas, donde se observa una imponente vista del volcán San Martín.

 

Un sitio que no debes perder de vista por su original temática es el Museo del Faro, el cual se ubica en Villa de Allende, en la otra orilla del río. Para llegar debes tomar una panga en el Paso de la Lancha que te llevará hasta el otro extremo.

 

El museo se encuentra en la antigua casa del guardafaro, y en ella podrás observar toda una sala dedicada a la cultura olmeca, además de fotografías, maquetas de barcos, instrumentos náuticos e información sobre la historia marítima de Coatzacoalcos, que hasta 1936 se llamó Puerto México.

 

Para terminar tu visita a Coatzacoalcos, te recomendamos visitar Playa Barrillas.

 

Y en las cercanías la cascada de Soteapan a la que puedes llegar en una hora, o el sitio arqueológico de San Lorenzo Tenochtitlan lugar donde se encontraron enormes cabezas olmecas.

 

Coatzacoalcos debe su nombre a  la leyenda de Quetzalcoatl  quien se esconde en el mar  construyendo una barca con serpientes, después de ser engañado por su hermano Tezcatlipoca quién no estaba contento de que compartiera toda su sabiduría con los humanos, así que le dio a probar el octli o pulque, para que el embriagado diera rienda a sus deseos carnales.

 

Quetzalcoatl al día siguiente al darse cuenta de su actitud huyo al mar sintiéndose inmundo y prometiendo regresar por ese mismo lugar.