BAGDAD. La policía hizo retroceder a decenas de refugiados iraquíes hambrientos en un campamento para personas desplazadas, quienes lucharon entre sí para conseguir algo de comida gratis tras acabar su primer ayuno de todo el día como parte del mes sagrado musulmán del Ramadán.

 
Varios hombres gritaron el domingo para pedir alimento en un sitio donde se colocaron ollas de arroz, carne y estofado de pollo en este campamento caluroso a unos 100 kilómetros (unas 60 millas) de la ciudad norteña de Arbil, la capital de la región curda autogobernada de Irak.

 
La escena caótica puso de relieve el temor y la inseguridad de los iraquíes desplazados a medida que comienza el Ramadán en una nación presa de disturbios y amargamente dividida en líneas sectarias.

 
Para Bashir Khalil, un chií de 39 años, y su esposa Nidal, una suní, el Ramadán se vio despojado de su ambiente de solidaridad comunitaria.

 
La pareja, que huyó de Mosul —la segunda mayor ciudad de Irak— después de que fuese capturada por extremistas suníes a principios de mes, siempre ha sido pobre, pero en el barrio empobrecido de la ciudad, los vecinos compartían su comida. Esta vez, la comida se terminó y no habría más hasta la llegada de otra organización de caridad.

 
Nidal Khalil, se 34 años, y su esposo huyeron después de que milicianos suníes del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), que consideran a los chiíes como apóstatas, los interrogaron. Él fue considerado sospechoso por ser un chií, mientras que a ella la cuestionaron por trabajar como limpiadora en una obra de caridad chií.

 
Volvieron días más tarde después de recibir garantías de hombres armados locales de que no se verían perjudicados, pero encontraron que su casa había sido dañada en los enfrentamientos.

 
Aunque Bashir Khalil no logró recibir nada de los alimentos donados por una televisora local, su hija Sara, de 10 años de edad, compartió con ellos una bolsa con sopa, arroz y carne que consiguió en la lucha cuerpo a cuerpo.

 
Sobre los enfrentamientos entre el Ejército iraquí y los insurgentes suníes encabezados por el Estado Islámico (EI) se recrudecieron ayer en el norte del país, solo unas horas antes de la celebración de la primera sesión del nuevo Parlamento.

 

 

Las fuerzas gubernamentales reforzaron su ofensiva en la provincia de Saladino, al norte de Bagdad, en su empeño por recuperar el control sobre la ciudad de Tikrit, cuna del fallecido dictador Sadam Husein, actualmente en manos de los rebeldes.

 

 

La aviación bombardeó un barrio céntrico de la cercana ciudad de Biyi y los enfrentamientos sobre el terreno se vieron intensificados, lo que provocó la muerte de al menos nueve civiles y dejó a otros diecisiete heridos.

 

 

Los daños materiales que están dejando los ataques aéreos sobre la región también van en aumento, lo que ha provocado el desplazamiento de cientos de personas por miedo a los bombardeos.

 

 

En la zona de Al Diyum, al norte de Tikrit, también se registraron fuertes choques entre soldados y la insurgencia suní, lo que provocó víctimas, cuya cifra se desconoce.

 

 

La renovada campaña bélica del Gobierno central precede a la sesión que hoy deberá celebrar el Parlamento surgido de los comicios legislativos de abril para elegir a su presidente e iniciar la formación del nuevo gobierno.

 

 

También está previsto que la coalición Estado de Derecho, liderada por el primer ministro en funciones, Nuri al Maliki, y que obtuvo el mayor número de votos en las elecciones, proponga el nombre del nuevo presidente de Irak, en sustitución del kurdo Yalal Talabani.

 

 

La Coalición Nacional, principal alianza laica, decidió el domingo boicotear la reunión del Consejo de Diputados por la “distribución de altos cargos por cuotas sectarias, la injerencia regional en los asuntos internos y la subestima de las demandas populares”.