En la actualidad la Marcha del Orgullo LGBTTTI ya no significa salir en busca de mejores condiciones para los integrantes del contingente, pues muchos dejan de lado el ánimo político que podría alcanzar este evento para sólo salir a divertirse, embriagarse o ligar.

 

Carlos Olvera, de 25 años y quien acude a la marcha cada año desde que tenía 17, acepta que sólo la ve como un desfile más para “echar desmadre, pues muchos de los que marchamos no sabemos nuestros derechos ni el origen de la marcha”.

 

De las cosas que más se ven son “vestidas” y “drag queens” que sólo acuden a ligar, tomar e incluso a pelearse “porque hay mucha discriminación también entre los mismo gays”.

 

“Se echan mala onda, se agreden física y verbalmente, es como una lucha de ver quién puede más”, asegura Olvera, que también se ha visto discriminado por los “osos”, una parte del contingente identificada por ser en general hombres corpulentos y velludos. 

 

En 2013, circuló en redes sociales este video que muestra una pelea entre dos travestidos.

 

 

El motivo del incidente nunca se reveló al 100 por ciento y tan sólo quedó en una popular broma por la frase “Me pegó por bonita“.

 

 

Esto, aseguran muchos detractores de la marcha, sólo empaña ante la opinión pública la imagen de la comunidad homosexual, “nos hace ver como persona conflictivas y que sólo quieren exhibirse”.

 

En contraparte, los defensores afirman que este evento es la oportunidad de mostrar que son libres, “Ya ganamos la lucha por nuestra plena libertad de ser y de sujetarnos a los mismos derechos humanos que a todos nos son inherentes y pasamos a transgredir los demás sólo por sentirnos con el derecho de hacerlo”, expresa Iván Sheridan, otro joven recurrente en las marchas. 

 

Sea cual sea el caso y razón por la que cada uno de los asistentes participa, la realidad es que esta marcha, que comenzó siendo un evento de hermandad, ahora se ve transgredida por una lucha entre los mismos estereotipos que debería intentar combatir.