Irak conforma un territorio extenso, con regiones alejadas de la presencia del Estado. Después del retiro de las tropas americanas en diciembre de 2011, Irak se acerca cada vez más a ser considerado un Estado fallido. Esta situación conlleva riesgos potenciales muy serios, debido a su importancia geopolítica y para la distribución de poder en Medio Oriente. La gran potencia chií, Irán, pelea a diario una rivalidad contra Estados Unidos y Europa por la influencia política, económica y por los recursos naturales de Irak: quinto país en reservas de petróleo.

 

Durante los últimos días, los encabezados de los grandes periódicos se han visto ocupados casi en su totalidad por una amenazante avanzada de grupos suníes vinculados con al-Qaeda en grandes ciudades de Irak.

 

Antes de empezar, es importante recordar el contexto. La religión musulmana se divide principalmente en dos grandes ramas: suníes y chiitas. La población iraquí se compone, a grandes rasgos, por un 65% chiita y un 35% suní, quienes históricamente han mantenido el poder político y cometido abusos al sector chií. Así fue hasta el año 2006, cuando arribó como Primer Ministro un hombre relativamente desconocido.

 

¿Quién es Nuri al-Maliki?

 

Se trata de un hombre afamado por su seriedad. Su semblante poco sonriente y su falta de carisma responden a constantes amenazas de muerte por diversos sectores de la sociedad iraquí, pero principalmente se trata de grupos sunitas radicales. Las innumerables intimidaciones contra su vida lo han llevado a tomar medidas que rayan en la paranoia, como evitar ventanas en sus oficinas para protegerse contra posibles explosiones.

 

Maliki, chiíta, proviene de un legado de resistencia. Su abuelo y su padre fueron conocidos rebeldes y ambos fueron encarcelados por lideres políticos suníes. A fines de la década de los 60 se unió a Dawa, una organización secreta dedicada a la lucha por un Estado islámico en Irak. En el contexto de la guerra contra Irán, a principios de los 80, Maliki huyó de Irak para refugiarse en Turquía e Irán. No volvió a su país hasta la invasión americana en 2003.

 

Durante su período de exilio, el actual Primer Ministro siguió el camino del islamismo radical con Dawa y estuvo relacionado con diversos atentados terroristas en contra de representaciones del gobierno de Saddam Hussein.

 

Al volver a Irak, Maliki se supo relacionar con los americanos, quienes vieron en él un candidato que prometía la unificación entre los distintos sectores de la población. La embajada estadounidense jugó un papel central en la victoria de Nuri al-Maliki como Primer Ministro de Irak. Ocho años después de su primera elección, Maliki gobierna Irak en su tercer mandato y parece haberse alejado los valores que mantuvo previamente.

 

Hoy en día la presencia estadounidense en Irak se limita a la capacitación, tanto táctica como tecnológica, del ejercito iraquí (sin contar una creciente comunidad de inversionistas y contratistas del sector privado). A partir de su llegada al poder, Maliki se ha distanciado paulatinamente de la influencia americana y ha aumentado en actitudes y políticas autoritarias, sobre todo en contra de la población suní.

 

Horas después de que las tropas de combate americanas se retiraran en 2011, Maliki ordenó la detención del Vicepresidente Tariq-al-Hashemi, uno de los políticos de más alto rango de procedencia suní. La causa fue la supuesta conducción del asesinato de un grupo de policías. Actualmente, al-Hashemi se encuentra exiliado en Turquía después de haber sido condenado a muerte en ausencia.

 

De igual manera, Maliki removió a cerca de 500 agentes y analistas suníes de la Agencia Nacional de Inteligencia para ser remplazados por chiítas. El ministro de finanzas, también suní, renunció al puesto después de sobrevivir un atentado contra su vida supuestamente orquestado por Maliki. Los tres ejemplos anteriores fueron percibidos por la clase política en general como una clara advertencia para todos aquellos con intereses sectarios diferentes a los del Primer Ministro.

 

La corrupción también ha crecido durante las administraciones de Al Maliki. El hijo del Primer Ministro iraquí, de acuerdo con testimonios de empresarios y contratistas americanos, tiene la costumbre de exigir un porcentaje de contratos cedidos a empresas privadas.

 

Las divisiones entre los distintos sectores políticos, sociales y religiosos en Irak se están profundizando y han alcanzado niveles alarmantes durante los últimos días. Muchos dedos apuntan a que la reciente crisis de seguridad, los abusos a los derechos humanos, la corrupción y la deficiencia en los servicios públicos son imputables a Nuri al-Maliki.

 

La democracia es un proceso que toma muchos años en consolidarse. En un caso como el de Irak, en el cual el Primer Ministro fue electo a través de un procedimiento justo después de décadas de dictaduras e intervenciones extranjeras, la democracia se ve especialmente amenazada con prácticas autoritarias como las que ha conducido Nuri al-Maliki.

 

Es imprescindible seguir de cerca la situación del recrudecimiento de la violencia sectaria en Irak. El actual conflicto tiene una trascendencia potencial de alcanzar un conflicto civil difícil de controlar. Sólo queda reflexionar sobre la responsabilidad de Nuri al-Maliki en la escena de violencia en Irak al haber apoyado de manera tan abierta al sector chií.