Si las protestas contra el Mundial habían sembrado dudas sobre el entusiasmo de numerosos brasileños con su Copa, todas quedaron resueltas ayer por la tarde. En la calurosa Fortaleza, en el noreste de Brasil, el carnaval del Fan Fest dominaba la playa de Iracena con tarimas y pantallas gigantes, mientras los fuegos pirotécnicos tronaban en el cielo. Numerosas camisetas amarillas de Brasil, la mayoría con el nombre de Neymar en la espalda, brillaron antes del silbatazo oficial.

 

Con una agradable temperatura de otoño y sin atrasos, ayer se dio el puntapié inicial de la Copa del Mundo en el estadio Itaquerao de Sao Paulo, el cual estuvo teñido de amarillo. Vestidos de los colores nacionales verde y amarillo, Jennifer López y Pitbull interpretaron el himno oficial de la Copa del Mundo previo al partido inaugural del torneo cuya final se disputará el 13 de julio en Río de Janeiro.

 

La multitud de más 60 mil espectadores en el Itaquerao aclamó a las estrellas estadunidenses que cantaron We Are One (Olé Olá junto a la intérprete brasileña Claudia Leitte desde una tarima que asemejó melón abierto.

 

Al compás de la samba, fue un vistoso carnaval futbolístico, en el que se mezcló la música, el baile, la naturaleza y todo el fulgor de la personalidad del brasileño. La cancha fue cubierta con una colorida carpa para una ceremonia que duró unos 25 minutos y que costó 8 millones de dólares.

 

La coreografía, que requirió de 100 horas de ensayos, fue obra de Paulo Barros, dos veces ganador del premio a la mejor escuela de samba en el Carnaval de Río.

 

Por otra parte, fue un paciente parapléjico quien dio el puntapié inicial, ayudado por un exoesqueleto que fue construido por un equipo de científicos brasileños, franceses, suizos y estadounidenses. Pero la transmisión oficial si acaso mostró unos cuantos segundos del momento.

 

“Es espectacular y sí esperaba este ambiente a pesar de las protestas”, comentó Natalia Osandón, una chilena que vive en Río de Janeiro. “Lo que pasa es que al final para el brasileño su religión es el fútbol”.

 

Se notaban las ganas de Mundial en América Latina, que no albergaba el torneo desde México 1986. Brasil no era anfitrión desde 1950 y la última Copa en Sudamérica se remontaba a Argentina 1978. Este ambiente, con miles de personas en la calle, no se vivió en la anterior cita en Sudáfrica.

 

“A toda madre”, dijo Daniel Arellano, un mexicano de 36 años. “El ambiente es impresionante, la gente es feliz. Nosotros esperamos pasar de ronda”.

 

Sin embargo, no todo salió perfecto en un estadio donde las luces fallaron en varios sectores durante el transcurso inicial del partido. El cordón de seguridad a las afueras del ltaquerao incluyó un despliegue de soldados y policías, además de un helicóptero, en sus alrededores, sin producirse incidentes.

 

No fue hasta el final del acto en el que los presentes dirigieron cánticos y abucheos contra la presidenta brasileña Dilma Rousseff.