El Templo Mayor, el sagrado edificio que fue destruido tras la conquista de la metrópoli indígena y cuyos restos permanecieron ocultos durante cuatro siglos, bajo los cimientos de las construcciones virreinales y decimonónicas en el centro de esta capital, comenzó a tener eco entre los mexicanos, al ser hallado por el antropólogo Manuel Gamio (1883-1960) en 1914, en plena época de la Revolución.