Revistas, la televisión y sobre todo el Internet venden a la gente como “milagrosas” nuevas dietas en donde se requiere de grandes esfuerzos y se pierde peso rápido, sin embargo suelen llevar a situaciones de carencias en el cuerpo que las hace insostenibles en el tiempo e incluso son peligrosas para la salud.

 

Una dieta de los años cincuenta, abandonada en los setenta por las dudas sobre su eficacia está recobrando protagonismo. Se trata de la inyección de la hormona HCG, gonadotropina coriónica humana, u hormona del embarazo.

 

Esta hormana es exclusivamente para tratamientos de fertilidad, pero se está presentando como una nueva solución para las personas con problemas de sobrepeso.

 

Fue inventada por el Dr. Albert T. Simeons en 1954 y se popularizó en la década del 70′, pero fue prohibida por la agencia estadounidense del medicamento, FDA, para tratamientos de adelgazamiento.

 

Consiste en inyecciones que al aplicarse en las zonas más problemáticas, arrastran y metaboliza la grasa que se ha acumulado. A su vez, cuando la hormonal HCG está activa en el sistema, se produce un sistema de liberación de grasas que suministra al cuerpo la energía que necesita para poder sobrevivir con una ingesta de apenas 500 calorías diarias, eliminando la sensación de hambre y malestar. Es peligrosa porque reduce de manera drástica las calorías de la alimentación.

 

Puede provocar deficiencias nutricionales como formación de cálculos biliares, desequilibrio de los electrolitos que hacen que músculos y nervios funcionen correctamente, ritmo cardíaco irregular, alteración del funcionamiento de la tiroides, formación de coágulos de sangre, depresión, dolores de cabeza, fatiga o irritabilidad, incluso se producen síntomas de los primeros meses de embarazo.