Los habitantes de nuestro país carecemos de una auténtica cultura científica y tecnológica, a pesar de que disponemos de una masa crítica de investigadores y un sistema nacional y sistemas regionales más o menos competitivos en cuanto a la generación de conocimientos. Esta condición de país inacabado en cuanto a sus capacidades en ciencia, tecnología e innovación (CTI) nos impide identificar al conocimiento y a los centros donde éste se genera, como una fuente de propuestas y soluciones a los problemas que cotidianamente nos afectan, entre ellos los tres más importantes: desigualdad, seguridad y falta de oportunidades.

 

Quizá conscientes de estas carencias y de las tensiones que los procesos de globalización provocan desde el exterior, diversos actores, comunidades, entidades e instituciones, entre los que se cuentan desde luego los tres niveles de gobierno y los Poderes de la Unión, se han dado a la tarea de construir los consensos necesarios que nos lleven a proponer, diseñar e implementar políticas de largo aliento que pongan al país en el camino correcto y expedito hacia la economía y la sociedad del conocimiento.

 

Uno de estos esfuerzos, acaso el más importante por la diversidad de voces que en él se expresan, es el de la puesta en marcha de procesos de análisis, discusión y consensos para, a partir de los cambios operados en la Ley de Ciencia y Tecnología (LCyT), en enero de 2011, y en los cuales el gobierno federal encomendó al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) incluir en el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (PECiTI) -cuyas conclusiones se darán a conocer durante el primer cuatrimestre de este año- “una visión de largo plazo y proyección de hasta 25 años, con una  actualización cada tres” respecto de las “propuestas que presenten los diversos actores involucrados en la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación a los niveles federal, estatal y municipal”.(*)

 

A partir de lo anterior y en cumplimiento de las tareas sustantivas que le ordena la Ley, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, AC (FCCyT) se puso a trabajar con diversas redes multidisciplinarias de expertos, en torno a una serie de ideas fuerza como la articulación de una política de CTI estratégica para el desarrollo nacional; la consolidación de las capacidades del sistema de CTI y la interacción entre sus componentes, todo ello para contribuir con el Conacyt en la elaboración de dichas propuestas. El resultado hasta ahora son siete documentos que abarcan temas que van de lo económico a los político y social, e incluso que tocan ámbitos de lo cultural, como lo es precisamente la comunicación, la socialización y la apropiación social de los conocimientos científicos y tecnológicos.

 

El documento número 6 (disponible como el resto de los 7 ejemplares en el portal: www.foroconsultivo.org.mx) plantea la necesidad de un Programa Nacional de Fomento a la Cultura Científica y Tecnológica que fomente la participación ciudadana en el proceso de elaboración y diseño, quizá desde las demandas populares y sus características regionales o comunitarias, de las políticas de CTI. Para motivar el interés de la población en asuntos de ciencia y tecnología, el documento hace hincapié en acciones estratégicas mediante las cuales los ciudadanos reconozcan al conocimiento basado en CTI como un valor que puede aportar soluciones viables y concretas a las distintas problemáticas o crisis a las que se enfrentan a diario.

 

Esa labor de conexión cultural y de información entre necesidades y problemas generados en la vida cotidiana y su posible solución a partir de los conocimientos socialmente producidos en centros de investigación, universidades e incluso el sector productivo recae necesariamente en estrategias de comunicación y educación.

 

En la medida en que se haga notar a la población el valor y la utilidad que tiene el conocimiento científico y tecnológico para mejorar los estándares de vida, la ciudadanía se interesará cada vez más por comprender, aplicar y apropiarse de las formas racionales del pensamiento y podrá dar más pronto el salto cuántico que requiere para hacer suya la cultura científica. Quizás entonces, las encuestas nacionales de percepción pública de la CTI arrojen actitudes sociales más propicias para incrementar las capacidades científicas y tecnológicas en cada rincón de México.