La historia es conocida: Lupe Vélez era una exitosa cantante ranchera. Su carrera iba más allá del territorio norteamericano y, debido a un mal amor, decidió suicidarse. Ingirió pastillas y, en el último momento, se arrepintió. Corrió al baño y, en el retrete, se le encontró muerta.

La historia se ha propagado una y otra vez como una de las tragedias de la historia del espectáculo. Episodios como este se han repetido de forma constante y el tratamiento que los medios le dan es, por decirlo de manera suave, asqueante.

Conforme las redes sociales han aumentado en popularidad y uso, el linchamiento a personajes que tienen una fama o infamia se ha acrecentado. De la misma forma, el Nuremberg virtual en el que se ha transformado twitter tiene, a su vez, un juego perverso de alianzas y confrontaciones que eclipsan. En el renombre, delitos o absoluciones.

En las últimas semanas, diversos casos mostraron esa doble moral y ejércitos puritanos y liberales que nos desnudan como sociedad esquizoide.

Aquí una pequeña lista de casos.

ALLEN-FARROW

Había quedado en el pasado y, casi, hasta de forma normal. El cuento de hadas que se convirtió en pesadilla con todos los elementos de un filme no de Allen, sino de De Palma. El cineasta enamorado de la hija adoptiva de su actriz fetiche que, a la vez, era su pareja sentimental. Esto se convierte en anecdótico al surgir acusaciones por parte de ella sobre un abuso sexual cometido por el director y guionista contra la hija adoptiva de ambos.

Años después, Farrow y sus hijos conceden una entrevista a la revista Vanity Fair. En ella, insisten en el tema y deslizan la posibilidad que el hijo biológico de Mia y Woody sea, en realidad, de Sinatra. Twitter deja pasar el escándalo para cederlo a TMZ.

La llama incendia Central Park semanas después. A través de sus cuentas, madre e hijo condenan el premio que la prensa extranjera da a Allen por su carrera. Con el parque en llamas, Dylan Farrow responde a artículos publicados que dudan de su palabra y acusa gráficamente al creador de Zelig de haber abusado de ella en reiteradas ocasiones. La prensa en general calla. La red social se enardece y los fanáticos lanzan insultos a ambos lados. En días, el cineasta se transforma en un pervertido y la Farrow en meretriz que, antes de conocerlo, disfrutaba de su cuerpo con medio California. A la mitad, Cate Blanchet ve como su Oscar pende de un hilo. Su actuación atada al veredicto moral de Hollywood.

HOFFMAN

Tal vez el actor más dotado de su generación. Phillip Seymour Hoffman murió entre sus vecinos, en la zona de Manhattan que más disfrutaba.

Para la prensa. Eso no era importante.

Las cinco preguntas sobre la muerte del actor fueron respondidas de forma explícita e, incluso, soez.

Entender la importancia de denunciar la adicción se pierde en el detalle que daña la reputación de alguien que no puede ya defenderse. Aún más: con los hijos en el mar de la pena y con la tormenta mediática sobre ellos. Periódicos como el New York Times en un obituario lleno de tintes extraídos del New York Post.

SMITH-SPITZER

El relato es viejo, un político que lucha contra las mafias del poder y del dinero es encontrado en un círculo de prostitución en la capital del mundo. Eliott Spitzer se ve obligado a renunciar ante el descrédito y el murmullo público.

Tiempo después, el nombre de Spitzer vuelve a ser parte del escándalo en Nueva York por ser el nuevo interés amoroso de Lis Smith, la vocera del nuevo Alcalde Di Blasio.

Vocera hasta hace dos semanas.

Luego de que se supiera que Smith y Spitzer salían, la opinión pública obligó al alcalde a despedir a Smith. No era bien visto que saliera con un hombre con una reputación tan dañada.

El delito no es más que un interés amoroso. Para la opinión pública, es imperdonable que suceda algo así. El castigo para la vocera luego de que la chupara el diablo en que se convirtió el ex gobernador es el rechazo público.

Perdonamos al asesino pero no al adultero. Es glamoroso fumar mota pero la heroína no es cool. Perseguimos al pederasta, a menos que lo cobije Hollywood.

La carroña no es, al final, hecha de todo desperdicio.