Nelson Mandela se convirtió en vida en una leyenda y símbolo de la lucha contra la segregación racial no sólo de su natal Sudáfrica sino de la humanidad.

 

El icono del Apartheid, premio Nobel de la Paz y el gran padre del pueblo sudafricano falleció este jueves 5 de diciembre, al estar convalenciente por una crisis producto de una infección pulmonar recurrente, que meses atrás lo tuvo internado en un hospital.

 

Junto a nombres como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o el Che Guevara, se le reconoce por su coherencia y por llevar sus ideales hasta las últimas consecuencias. Pocos hombres han dejado una huella tan profunda en la sociedad.  El Dalai Lama incluso se dijo comprometido a continuar sus enseñanzas.

 

“Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”, fue su sincero argumento en 1961 ante un tribunal que lo acusaba de alta traición y por ello pagó 27 años de cárcel como el preso 46664.

 

El abuelo venerable

 

Madiba, como su pueblo lo llamaba cariñosamente, nació el 18 de julio de 1918, en la pequeña ciudad de Mvezo, en una familia compuesta por su padre, Henry Mgadla Mandela, las cuatro esposas de éste y 12 hijos más.

 

La traducción literal es “abuelo venerable”, título honorífico otorgado por los ancianos de su clan de la etnia Xhosa. Aunque Mkhulu, Dalibhunga, Rolihlahla o Tata son otros dados a este carismático líder pacifista.

 

Formado para convertirse en líder de su clan, nacido en la familia de jefes supremos de la tribu de los Tembu, fue combativo toda su vida, incluso se rebeló a su destino y decidió estudiar derecho y se metió en política para luchar contra las prácticas xenófobas del Apartheid.

 

Fue el líder del Umkhonto we Sizwe, el brazo armado del Congreso Nacional Africano (CNA): Mandela vivió tiempos muy complicados para un miembro de su tribu y cualquier otra etnia, cuando al Sur de África, el continente negro era dominado por ciudadanos blancos, quienes oprimían a los nativos con políticas racistas. Pero su coherencia y terquedad lo llevarían a ser quien cambió el rumbo de su nación.

 

Tras un encierro en prisión por 27 años, este revolucionario se convertiría en el primer presidente de Sudáfrica electo mediante sufragio universal.

 

Agitada vida política

 

Una vez concluidos sus estudios de secundaria, Mandela ingresó al bachillerato en el Colegio Universitario de Fort Hare, donde participó como miembro del Consejo de Representantes Estudiantiles.

 

Desde muy joven demostró un incansable espíritu político. Debido a que fue partícipe de una huelga estudiantil, fue expulsado, por lo que a la postre se trasladó a Johannesburgo para completar sus estudios de bachillerato, lo que logró en 1941 mediante correspondencia en la Universidad de Sudáfrica (Unisa), para después matricularse en Derecho en la Universidad de Witwatersrand, obteniendo el título de abogado en 1942.

 

Era una época dura para la raza negra; el apartheid, un fenómeno de segregación implantado por colonizadores holandeses, venía siendo practicado desde hacía varios años hasta que, en 1948, tomó forma jurídica con respaldado de leyes promulgadas a tal efecto.

 

La instauración de esta política de segregación, que consistía en la división de las razas con el fin de promover el desarrollo, contrajo una serie de leyes “sociales” que no hacían más que marcar la clasificación racial.

 

Ese año el Partido Nacionalista ganó las elecciones en una coalición con el Partido Afrikáans, dirigido por el pastor protestante Daniel François Malan. Unos años más tarde, en 1950, se promulgaría un decreto que reservaba ciertos distritos en las ciudades a los blancos, sólo ellos podían tener propiedades ahí, lo que provocó un éxodo de nativos a otras tierras.

 

Asimismo, las personas de color eran segregadas en sitios como playas, autobuses, hospitales, escuelas y hasta bancos en los parques públicos.

 

Durante esta época, Mandela y el abogado Oliver Tambo dirigían un despacho en el que proporciona tutela de bajo costo a muchos negros. Fue entonces que el líder cobraría importancia dentro del Congreso Nacional Africano, especialmente en la “Campaña de desobediencia civil”, de 1952, y el “Congreso del Pueblo” de 1955, donde promulga la “Carta de la Libertad”, el detonante del movimiento contra el apartheid.

 

Inspirado por las ideas pacíficas de Mahatma Gandhi, Nelson Mandela comenzó un movimiento no violento de resistencia, por lo que en diciembre de 1956 sería arrestado y sentenciado a prisión junto con 150 compañeros suyos y puestos en libertad en el 61.

 

Sin embargo, un año después, en 1962, Mandela fue arrestado y condenado a cadena perpetua por sabotaje y otros cargos. Se le trasladó en principio a la isla de Robben, donde viviría 17 años en condiciones precarias, y luego trasladado a otras prisiones en donde pasaría 10 años más.

 

Luego de que el gobierno sudafricano rechazara todas las peticiones de liberación por parte de organizaciones y gobiernos, el activista se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid y una figura legendaria.

 

Tras conseguir su libertad, el 11 de febrero de 1990, Mandela se convirtió en líder de su partido en las negociaciones para conseguir una democracia multirracial en Sudáfrica, lo que consiguió cuatro años después al celebrarse en Sudáfrica las primeras elecciones por sufragio universal, mismas que ganó.

Unión desde el campo

 

A pesar del triunfo de Nelson Mandela en las urnas, Sudáfrica seguía siendo un país dividido por el odio racial y la diferencia de clases. Por ello, el mandatario tenía que idear la forma de unir a la nación y así evitar una latente guerra civil.

 

El rugby había sido la pasión de los blancos durante años, y deporte exclusivo de ellos. El surafricano negro detestaba este deporte al considerarlo un símbolo de su opresor.

 

Sin embargo, Mandela pensó que el deporte podría ser una “arma” contundente para movilizar las emociones de una nación. Por ello, a un años de que iniciara el Mundial de Rugby de 1991, en Inglaterra, llamó al capitán de la selección, Francois Pienaar, para solicitarle conformar una selección que integrara a negros y blancos.

 

El mensaje de Mandela caló tan hondo que el equipo demostró una unión nunca antes vista. El presidente había logrado unificar una nación separada por el color. Fue así que Sudáfrica comenzó una nueva era que, a pesar de mantener sus problemas, integraría a una sola sociedad.

 

Desde entonces, Madiba ha sido condecorado con más de 250 premios y reconocimientos internacionales, incluido el Nobel de la Paz, en 1993.