The-How-of-Happiness-cover-Sonja-LubomirskyLa felicidad es de quien la trabaja. Esta es la conclusión a la que llega, entre otros, la doctora Sonja Lyubomirsky, autora de The How of Happiness, profesora del el Departamento de Psicología de la Universidad de California y una de las más importantes especialistas en el tema. “Las revistas siempre me piden que dé unas 10 estrategias fáciles y rápidas para ser feliz, pero la verdad es que nuestras investigaciones, las mías y las de mis colegas, muestran que la felicidad no es fácil”.

Así como cualquier cosa que quieras conseguir que valga la pena, sea perder peso, avanzar en tu carrera o aprender una habilidad, la felicidad requiere un compromiso y un esfuerzo a largo plazo. “Siempre hago una analogía entre hacer dieta y aumentar la felicidad –explica Lyubomirsky–. No es que si quieres bajar de peso haces dieta dos semanas y luego no haces nada nunca más”. Sin embargo, así como existen estrategias probadas científicamente para mantenerse fuerte y saludable, hay otras que psicólogos, neurólogos y otros profesionales han vinculado con el bienestar subjetivo y la alegría. La felicidad, indican además los analistas, también es física (es el cuerpo el que la percibe) y puede fomentarse en forma deliberada y medirse gracias a los avances de la ciencia.

El biofísico alemán Stefan Klein, autor de La fórmula de la felicidad, señala que dos pruebas recientes tienen importancia fundamental en este asunto. La primera está relacionada con las regiones cerebrales donde se originan las sensaciones placenteras: “Hay circuitos reservados para la alegría, el placer y la euforia. Lo que quiere decir que nacemos dotados de un sistema para ser felices”. La segunda muestra que el cerebro humano continúa su evolución en la adultez; aunque antes se creía que este órgano dejaba de crecer, como los huesos, al fin de la adolescencia, lo que ocurre en realidad es lo opuesto: “Cada vez que aprendemos algo se modifican los circuitos cerebrales y se tejen nuevas mallas en la red de las neuronas”. Como este tipo de modificaciones son inducidos más por las emociones que por los pensamientos, de acuerdo con el científico, “podemos entrenar la capacidad para ser felices. Podemos ejercitar nuestra predisposición natural para los sentimientos gratos como quien aprende una lengua extranjera”.

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Los pasos agradables

¿Qué podemos hacer entonces para estimular estas conexiones y entrenar nuestro sistema de felicidad? ¿Qué hábitos y actitudes lo fomentan? Las que siguen son algunas estrategias probadas para lograrlo, según expertos destacados:

Anticípate:

El tráfico no avanza y sientes encierro y estrés. Una situación así activa la respuesta primitiva biológica de huir o atacar, que fatiga, cansa y enferma. ¿Cómo contrarrestar esta negatividad? Intenta amortiguarla con alguna distracción: música, un buen programa en la radio o alguna actividad que puedas realizar sin distraerte del volante.

Sonja-LyubomirskyTambién es útil imaginar algo positivo que estemos a punto de disfrutar: un próximo concierto, un buen café, tu clase de yoga o el gimnasio en la noche. Esto, de acuerdo al biofísico Klein, “ayudará a sobrellevar el trance molesto, porque cuando esperamos un suceso grato, el cerebro envía por adelantado las sustancias neurotransmisoras causantes de la sensación de placer. Y como el circuito regulador del placer y el del estrés se hayan conectados, la expectativa feliz contrarresta el enfado directamente”.

Ocúpate, no te preocupes:

Las personas más felices están ocupadas la mayor parte del tiempo, pero sin sentirse apresuradas o sobrecargadas, según un estudio de la Universidad de Maryland publicado recientemente. Los expertos creen que la presión mata la creatividad y eso influye en cuán felices nos sentimos.

Otras investigaciones anteriores (como la que describe el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi en su libro Fluir) ya habían señalado que estar ocupado en una actividad absorbente que cautive la atención, no necesariamente recreacional, puede hacer a las personas más felices que irse de vacaciones o no hacer nada durante el fin de semana. Según Klein, los controles de los pensamientos, intenciones y sentimientos se hallan conectados en el cerebro, y es más fácil que se instalen los pensamientos negros cuando la mente está ociosa. Por otra parte, algo llamado “circuito de expectativa” (proceso acompañado de sustancias felices, como la dopamina) se activa cuando se establece una meta.

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Acciones con sentido:

 Son mucho más felices aquellos que tienen grandes aspiraciones y sueños que aquellos que no poseen un objetivo significativo, afirman Ed Diener y Robert Biswas-Diener, padre e hijo, autores de Happiness: Unlocking the Mysteries of Psychological Wealth, libro que investiga y documenta variaciones del bienestar subjetivo con datos de personas y estudios en países disímiles, como India, Israel, España y Kenia, entre otros. Esforzarse por algo con sentido (criar niños, aprender un oficio, trabajar por una causa) es clave para alcanzar la felicidad, según sus conclusiones.

Generosidad: la relación entre dinero y felicidad es relativa, dicen los expertos, pero esto es porque no se gasta de la manera más inteligente. De acuerdo con los resultados del análisis de un conjunto de investigadores de las universidades de British Columbia, Virginia y Harvard, publicadas en el Journal of Consumer Psychology, usar el dinero para beneficiar a otros (como en regalos o actividades filantrópicas) nos hace más felices que gastarlo en nosotros mismos.

También es preferible comprar varios pequeños placeres (comida gourmet, manicures, libros, música) a pocos grandes placeres (como autos deportivos o joyas): “No es que haya algo erróneo en las grandes compras, pero considerando que el dinero puede ser limitado, son mejores dosis frecuentes de cosas adorables, que dosis infrecuentes de cosas aun más adorables”, aclararon los científicos. Ocurre que la felicidad está más relacionada con la frecuencia en la que aparecen las emociones positivas que con su intensidad.

Sé frugal:

El movimiento minimalista (simple living en inglés) propone reducir a lo esencial nuestras actividades y posesiones para ahorrar tiempo, espacio y energía, que se traduzca en una mejor calidad de vida. Según sus seguidores, funciona: investigadores del Simplicity Institute (organización sin fines de lucro que pretende difundir alternativas para una sociedad consumista en exceso), realizaron una encuesta acerca del movimiento de simplicidad voluntaria y analizaron datos de participantes multinacionales, a quienes les preguntaron las razones detrás de la decisión de vivir con menos objetos. 87 por ciento de los encuestados dijeron ser más felices por el hecho de haber disminuido sus compromisos laborales, su cantidad de cosas y sus deudas. Según los entrevistados, ellos habían tomado esas decisiones para pasar más tiempo con familia y amigos, ser voluntarios y perseguir metas creativas personales.

Decídete:

El hecho de no poder hacer elecciones sobre nuestras vidas es una de las cosas que más nos estresa y nos hace infelices. En el trabajo, por ejemplo, al contrario de lo que se suele creer, quien más se estresa no es el jefe, sino los subordinados. Según Robert Sapolsky, profesor de biología y neurología en la Universidad de Stanford, lo más estresante es tener mucha responsabilidad y poca autonomía. En cambio, un pequeño aumento en la capacidad de autodeterminación puede brindar una gran satisfacción. En La fórmula de la felicidad, Klein menciona estudios con habitantes de geriátricos de los Estados Unidos, que indicaron que mínimas decisiones de la vida cotidiana (como qué almorzar y algunas tareas) hacían a los residentes más felices y aumentaba su longevidad.

Gracias totales:

Robert Emmons, coautor de La psicología de la gratitud y profesor de la Universidad de California en Davis, sostiene que quienes hacen ostensible su gratitud al menos una vez a la semana tienen más posibilidades de éxito y son más optimistas y sanos. Por su parte, una investigación de Martin Seligman, autor de La auténtica felicidad y creador de la psicología positiva, demostró que aquellos que redactaban unas líneas expresando gratitud a destinatarios que habían hecho una diferencia positiva en sus vidas, puntuaban más alto en felicidad y más bajo en depresión.

Smile with the eyes:

El psicólogo Paul Ekman estudió la biología de la sonrisa y encontró que una persona sonríe porque ciertas emociones gratas, que hacen segregar ciertas sustancias, llevan a sus músculos a hacer ese gesto. Lo curioso es que el mecanismo también funciona al revés: si logras entrenar tu cara y sonríes “de verdad” crearás en el cerebro (en la corteza prefrontal izquierda, donde habitan las emociones) esas mismas sustancias felices. Para que esto ocurra, la sonrisa debe ser auténtica e involucrar los músculos alrededor de los ojos llamados pars lateralis, y no sólo la boca.

Otros datos

  • Aunque el mito indica que la gente percibe a las personas felices como estúpidas e irritantes, la verdad es que varios estudios han mostrado que los felices son percibidos como más amigables, inteligentes, cálidos, menos egoístas y con mayor autoestima, más hábiles en sociedad y más atractivos físicamente que los no felices. (Gretchen Rubin, autora de The Happiness Project)
  •  Moverte te hace feliz: La actividad deportiva produce sentimientos positivos y mejora el humor. El ejercicio aumenta el deseo sexual y la autoestima. Correr o hacer cualquier tipo de cardio al menos media hora durante tres días a la semana es más efectivo para combatir la depresión que tomar píldoras.
  • La depresión y el malhumor matan las células grises; en cambio, las emociones positivas mantienen joven el cerebro y facilitan nuevas conexiones neuronales. Rumiar experiencias negativas no ayuda a desahogarnos. Es mejor distraerse.
  • Una red de vínculos afectivos es tan importante para la felicidad como la actividad física.
  • Las personas que han experimentado algún tipo de adversidad en la vida son más felices que aquellas que no han sufrido. Esa situación incrementa su capacidad para manejar retos a lo largo de la vida, de acuerdo con un estudio publicado en 2010 en el Journal of Personality and Social Psychology.