Justo ahora que la mayoría de los tradicionales mercados de la ciudad se encuentran semiabandonados, sin clientes y casi a punto de dejar de ser un negocio, hay dos que pueden presumir que se alejan de la línea de muerte: el de San Juan Pugibet y el de Tamaulipas y Michoacán, en las colonias Centro y Condesa. Uno es el del buen comer, el exótico, por las carnes de animales que se pueden encontrar, como la de león, avestruz o lengua de armadillo; el otro es fashion, ya que siempre se encuentra pintado por artistas urbanos patrocinados por marcas comerciales, pero que le dan la apariencia de ser el que va más a la moda en el mundo del street art porque cada dos o tres meses al año luce de diversos colores con grafitis de intervencionistas reconocidos en el círculo del arte urbano.

 

El de San Juan se encuentra desde hace 58 años en la calle Ernesto Pugibet, colonia Centro, en la delegación Cuauhtémoc, pero desde comienzos del siglo XX sus comerciantes vendían sus productos en la plaza de Buen Tono y Ayuntamiento, a un lado de donde estuvo la mítica estación de radio XEW. Entonces sólo era un gran tianguis sobre la vía pública.

 

Fue hasta la década de los 50 cuando las autoridades construyeron cuatro mercados para meter a los comerciantes; cada uno de los locales de acuerdo con el tipo de productos: verduras, carnes, flores y artesanías. El apellido del mercado: Pugibet se puso en honor a Ernesto Pugibet, un empresario que cedió las instalaciones de las bodegas de la tabaquería mexicana Buen Tono para que allí el gobierno metiera a los comerciantes.

 

El Mercado Michoacán mide, aproximadamente, una séptima parte de lo que tiene cualquiera de los casi 400 que tiene el Distrito Federal, pero a su favor tiene que está ubicado entre boutiques, bares, billares, cantinas, restaurantes y editoriales de la Condesa. Aunque también se encuentra cercado por tiendas de conveniencia y supermercados, no sufre el mismo problema que los de colonias populares, que son poco visitados por la gente, por lo que los locatarios ya no abren y cada vez se ven más desiertos los pasillos de esos espacios que forman parte de la identidad chilanga desde tiempos precolombinos por la gran actividad que tenían los aztecas con otras culturas.

 

En 1946 fue creado el Mercado de Michoacán; es pequeño y lo frecuentan habitantes de La Condesa, una de las colonias con mayor impulso artístico y comercial de la ciudad. Hay indicios de que desde la época de los aztecas se le daba mucha importancia a los mercados. En la actualidad, cada barrio tiene uno o más de estos lugares que luchan contra las gigantescas cadenas departamentales y supermercados. Para el líder de locatarios, el street art sobre los muros, “aunque no lo entienda del todo”, desde el punto de vista estético ha generado un aumento de ventas por cantidad de gente que acude a ver los esténciles y grafitis.

 

Los sábados y domingos es un ritual ir a San Juan Pugibet, ya que es el lugar favorito de los amantes de la cocinar gourmet. Ir a comer tapas acompañado de su inseparable copa de vino hace de este espacio un lugar donde se mezcla lo lúdico, la gastronomía, la tradición y el comercio. Por tradición, desde hace más de medio siglo los chefs de los mejores restaurantes de la ciudad se surten ahí. En esos puestos han desfilado cuatro generaciones (nietos, abuelos, hijos, tíos, primos…) de locatarios que ofrecen carnes de lechón, langosta, tiburón, acociles, caracoles, chapulines, escamoles, hongos y especies y que hacen detonar los sentidos porque en sus pasillos convergen los mundos culinarios de países como China, España, Alemania, Japón, México y Grecia. Mientras existan estos dos mercados, persistirá la nostalgia y la huella de una tradición enterrada por malls, oxxos, seven y otras cadenas que inundan la capital.